Jeff DeGraff en la SSAT

Ayer 17 de Mayo, la conferencia Doris y John L. Cameron del encuentro anual de la SSAT durante la Digestive Disease Week estaba dedicada a la innovación.

El encargado de la presentación era Jeff DeGraff: Leading Innovation in the Age of Health Care Transformation. Evidentemente, el título me hacía presuponer que resultaría de mi interés. Y no me defraudó.

DeGraff mezcla sus conocimientos de economía con una puesta en escena radical. Una de sus primeras frases fue «La innovación sólo se produce cuando tu vida es una mierda». Y a partir de ahí fue un martillo pilón destrozando los «mantras» y las «vacas sagradas» de la sanidad y su pretendida actividad innovadora.

Sus recomendaciones son variadas, como no pensar linealmente, innovar en los extremos de la campana de Gauss, mezclar creatividad, competición, colaboración y control, asumir que la innovación es momentánea…

Para que os podáis hacer una idea, os dejo uno de sus vídeos.

Un médico en las redes sociales

Esta tribuna es de 2010, en Diario Médico.

Mark Zuckerberg descubrió el poder de la tecnología de la comunicación en internet tras ser abandonado por su novia. En Harvard, no pertenecer a la élite de las hermandades supone no tener una vida social que merezca ser llamada así. Y ante la tragedia de quedarse sin novia y no pertenecer a ninguna hermandad, desarrolló Facebook para cambiar el flujo de poder social de una manera rápida y poderosa, atrayendo a mayor número de universitarias de lo que nunca hubiera soñado. Como subproducto, terminó convirtiéndose en el multimillonario más joven del mundo. Seis años después las redes sociales en internet son la mayor redistribución incruenta de poder que se ha producido activamente en la historia de la Humanidad. Todo gracias al poder de la comunicación.

Bien es cierto que el motor de este movimiento ha sido una necesidad básica de los seres humanos: el intercambio de genes. No resulta por tanto chocante que, según datos de marketer.com, casi un 80 por ciento de la generación del milenio (menores de 23 años) tenga una cuenta activa en una red social. Pero no sólo ellos están en la conversación. Cada vez más adultos se unen a este movimiento. En Estados Unidos, aproximadamente un 40 por ciento de los mayores de 65 años tienen una cuenta. ¿Por qué los adultos se están incorporando también a las redes sociales en internet? Porque se van dando cuenta de la potencia que tienen estas herramientas para comunicarse con otros seres humanos con los que intercambiar memes.

Fuente de contenidos
De lo expuesto anteriormente se deduce que, cada vez más, nuestros conciudadanos van a usar las redes sociales para buscar información y comunicarse. De hecho, internet ya es la mayor fuente de contenidos médicos de la que disponen. Y es allí donde los médicos deberíamos estar para ofrecer nuestros servicios y para compartir nuestro conocimiento. Pero a los médicos se nos ha entrenado específicamente para hacer diagnósticos diferenciales y aplicar tratamientos complejos, no para comunicarnos con nuestros pacientes de una manera efectiva. Y ese es un gran error, porque la curación comienza con la comunicación. Es el proceso clave, el fundamento de la calidad percibida o lo que suele denominarse humanismo médico. Claro que no es fácil cambiar una tradición milenaria de monopolio y ferreo control de la información de calidad, totalmente justificado por el modelo paternalista de la relación médico-paciente. Los cambios no gustan. Dicho esto, no es sorprendente encontrarse con fuertes opiniones contrarias a las nuevas redes sociales, más aún en el ámbito sanitario, porque son vistas como un elemento de levedad intelectual e inmadurez profesional. Personalmente, no creo que la credibilidad profesional o científica se deba sustentar en negarse a compartir el conocimiento con aquéllos que no tienen una formación como la nuestra. Muy al contrario, es parte de nuestra responsabilidad social transmitir a la sociedad, de una manera comprensible para todos, lo que sabemos, lo que ignoramos y lo que aprendemos como resultado de la investigación que llevamos a cabo con fondos públicos.

Por otro lado, las redes sociales no son un invento reciente. Han existido desde que los homínidos, animales poco dotados físicamente, optaron por agruparse y desarrollar el lenguaje para tener ventaja competitiva en la lucha por la supervivencia. Después de varios milenios, en el ámbito sanitario, las sociedades científicas o los colegios profesionales han sido redes sociales basadas en el modelo de poder imperante. La diferencia actual es el poder de la herramienta, internet, que ha modificado la distribución del poder.

Redefiniendo la comunicación
Sin duda, estamos en un momento clave de la redefinición de la comunicación en el ámbito sanitario entre pacientes y profesionales. Y debe haber profesionales e instituciones comprometidos con el liderazgo de la innovación tecnológica sanitaria. Por ello y para explorar la capacidad de las redes sociales entre profesionales, durante los últimos años hemos lanzado iniciativas en tres grandes redes sociales: Facebook, Twitter y LinkedIn.

Twitter es una forma de microblogging, muy popular entre profesionales del mundo sanitario, en la que mediante mensajes de 140 caracteres se pueden comunicar contenidos relevantes para la red de seguidores. En Twitter, en colaboración con Diario Médico, el Hospital Clínico fue la primera institución europea y la segunda a nivel mundial desde la que se retransmitió una intervención quirúrgica de la Unidad de Cirugía Guiada por la Imagen. Además, la utilizamos para mantener la actividad de la plataforma tecnológica iSurgitec, en la que participan, junto al Servicio de Cirugía I, el Departamento de Cirugía de la Universidad de Chicago, el Hospital Henry Ford de Detroit o el Servicio de Cirugía del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Para terminar, disponemos del canal @iClinicoMadrid, en el que la Unidad de Innovación (creada con el apoyo del Instituto de Salud Carlos III) difunde noticias de innovación sanitaria. En Facebook hemos desarrollado un grupo en código abierto, Med&Learn, moderado y alimentado por especialistas para compartir contenidos docentes. Y finalmente, en la red profesional LinkedIn hemos creado el grupo Incubadora de ideas-HCSC, la marca de nuestra sesión de creatividad en tecnología sanitaria que se celebra mensualmente en el hospital. Este grupo está formado por más de 120 profesionales de distintos ámbitos que han desarrollado un espacio colaborativo para la innovación tecnológica.

Las redes sociales en internet son una innovación tecnológica que está cambiando la manera que los seres humanos tienen de relacionarse. No podemos mantenernos ajenos. No podemos ser meros espectadores. Los profesionales debemos implicarnos y liderar la evolución de estas herramientas para mejorar la comunicación con nuestros pacientes y con nuestros colegas. Debemos explorar las posibilidades de las nuevas tecnologías aplicadas a la sanidad. Aunque bien es cierto que los exploradores tienen que asumir una alta mortalidad. Suele reconocérseles porque son los que tienen las flechas en la espalda

Reforma sanitaria y relación médico-paciente

Esta otra columna fue publicada por Diario Médico en 2009. Se trata de una reflexión sobre como la reforma sanitaria debe centrarse en la mejora de la relación médico paciente-mediante la tecnología:

Secularmente, todos los sistemas sanitarios se organizan sobre el pilar de la actividad clínica denominado relación médico-paciente, que evidentemente ha evolucionado en el pasado siglo hacia una mayor complejidad y calidad científico-técnica. Aun así, sigue tratándose de una relación bidireccional 1:1, 2:1, 3:1, incluso 10:1, que consume todo tipo de recursos intensivamente. Por tanto, resulta fácil deducir que ese acto, cada vez más demandado, es altamente costoso e ineficiente. Las razones son múltiples: la inflación entre el crecimiento en el número de pacientes y la complejidad de sus enfermedades y el aumento de la cantidad de profesionales cualificados disponibles; el aumento de salarios de los profesionales sin el equivalente incremento de su productividad; la inadecuada introducción de terapias; el envejecimiento de la población; el aumento de las enfermedades crónicas, y la mayor demanda de los ciudadanos.

Claro que no recuerdo un tiempo en que esa preciada joya, la relación médico-paciente, no estuviera en crisis. Si en algún momento no la hubo es porque no había una conciencia clara de que había que garantizarla de manera universal, no sólo por justicia individual sino por interés social. En realidad, la asistencia sanitaria es un asunto de seguridad nacional, cuyo valor crítico para la riqueza y el funcionamiento de un país sólo es reconocido públicamente cuando surge la amenaza de una pandemia como la que vivimos actualmente.

Según la OCDE, Estados Unidos gasta más del 16 por ciento de su PIB en atención sanitaria. Su modelo está en crisis y el presidente Barak Obama pone como ejemplo deseable el sistema español. Alemania supera el 10 por ciento. También está en crisis. España llega al 8 por ciento y decimos que el modelo no es sostenible. Así que ni el modelo Bismark ni el Beveridge ni el norteamericano, ni siquiera duplicar el gasto, sirven para superar ese estado crónico al que nos gusta llamar crisis. Así que les desanimo a pensar que bien mediante la contención del gasto o, justo lo contrario, incrementando la cantidad de recursos dedicados a la sanidad, vamos a llegar al sistema sanitario perfecto.

Miren a su alrededor. Somos la única especie que consume ávidamente con el fin de aumentar su calidad de vida. También lo hacemos de manera compulsiva con la sanidad, y si no la obtenemos en el tiempo y forma que deseamos, calificamos el evento de intolerable e injusto. Los servicios de urgencia crecen y crecen, tanto en países con buena atención primaria como en aquéllos que no, porque el primer nivel no está diseñado para responder a las demandas actuales del ciudadano. En realidad, la gente quiere ser escuchada, vista, explorada, diagnosticada y tratada ya. Ignorar las tendencias sociales y pensar que por indicaciones políticas o profesionales van a cambiar los comportamientos es a la vez cándido e inútil. Vivimos en la sociedad de la inmediatez, con comunicación y gratificación instantánea. Cada vez nos conformamos menos y queremos soluciones buenas e inmediatas al menor coste posible.

Calidad subjetiva
Lo cierto es que llegados a un determinado umbral de riqueza, la calidad pasa a ser un asunto subjetivo. Además, el impacto del progreso científico-técnico es marginal en los resultados de salud y transitorio en la valoración del ciudadano. Por ello no es suficiente con buscar la excelencia científico-técnica en la forma actual de la relación médico-enfermo, ni en su gestión, sino que tenemos que repensar e innovar la prestación de los servicios sanitarios con el fin de mejorar la accesibilidad y la calidad percibida.

Ahora todos se preguntarán ¿y cómo lo hacemos? En el actual intento de reforma sanitaria estadounidense la propuesta ha sido utilizar las tecnologías (fundamentalmente TIC) para aumentar la eficiencia del sistema y generar valor añadido. Y allá va el dinero para tecnología. Pero en mi opinión, ese esfuerzo Obama es insuficiente por superficial. Mi propuesta es utilizar la tecnología para transitar de una relación médico-paciente orientada a los profesionales a otra centrada en los ciudadanos. Hay que favorecer la innovación disruptiva sobre la innovación sostenida y así eliminar las rutinas que parasitan los actos médicos y convertir lo complejo en simple, no en más complejo. El fin es usar la tecnología para lo que sirve, para lo científico-técnico, y reservar más tiempo médico a aquello que los enfermos necesitan, lo que produce calidad percibida (sobre su propia salud), lo humano. Básicamente, porque los profesionales ya no tenemos otra opción para aumentar nuestra productividad (y si lo hacemos es disminuyendo la calidad del servicio), tal como expuso el neokeynnesiano William Baumol con su “enfermedad de los costes”.

Cierto que para acometer una empresa así necesitamos primordialmente liderazgo intelectual y profesional, porque no es fácil reingenerizar nuestros procedimientos clínicos, tal como se aplican ahora sobre la plataforma de la clásica relación presencial médico-paciente, y traer la tecnología para aliviarnos de la carga de ineficiencia que la impregna. Pero el liderazgo no debe ser sólo de los profesionales, porque este cambio encuentra numerosas barreras para su desarrollo: culturales (de ciudadanos y profesionales), económicas, políticas, legales y técnicas.

Combinar excelencia y sostenibilidad del sistema a largo plazo dependerá de la innovación en su esencia: la relación médico-paciente. De otra manera, inyectar dinero en gestión, investigación o tecnología sólo nos llevará a bombear nuevas burbujas.

Inteligencia artificial y herramientas de toma de decisión

Para nosotros, en la Unidad de Innovación del Hospital Clínico San Carlos, la tecnología de la información debe ofrecernos, a través del uso de «machine learning», minería de datos e inteligencia artificial, herramientas para la toma de decisión de:

1. Pacientes
2. Clínicos
3. Gestores

En esa línea estamos trabajando y esperamos poder ofrecer alguna prueba de concepto a final del segundo trimestre de 2015.

Una historia tecnológica reciente

La tecnología del siglo XXI no surgió de la nada.

Muchos de los dispositivos que utilizamos en la actualidad son el resultado de la evolución de aparatos más primitivos que aparecieron en los 80 del siglo XX.

Mirando atrás vemos cuánto hemos avanzado. Y cuanto le debemos al pasado.

Las cintas de vídeo, los CDs, los walkman, los discman, el teléfono móvil…

Healthcare IoT

El concepto «internet of things» (internet de las cosas) fue propuesto en el MIT por Kevin Ashton, a finales del siglo XX y surge de la evolución tecnológica que relaciona la interconexión digital de los dispositivos que nos rodean con la ideología del internet del siglo XXI:

1. Detección de datos e información personal
2. Interconexión social
3. Comunicación en red
4. Almacenamiento de datos
5. Computación en nube
6. Minería de datos
7. Inteligencia artificial

Actualmente, un gran número de objetos están diseñados para detectar y transmitir datos individuales relacionados con la actividad personal y social. Y de todos el más relevante es el teléfono móvil.

Este dispositivo, el teléfono móvil, evolucionó de ser un mero terminal de comunicación interpersonal por transmisión de voz a un sensor/conector del individuo con internet y, por tanto, con el resto del mundo enganchado a la misma red. Pasó de ser un «cell phone» a ser un «smartphone». De tonto a inteligente.

Pero ahora, poco tiempo después del lanzamiento del iPhone, el dispositivo que inició la popularización del teléfono inteligente, queda poco que no sea potencialmente «inteligente». Gafas, camisetas, calcetines, zapatillas de deporte, lentillas, frigoríficos, coches, edificios… incluso hay condones inteligentes.

Parece evidente el potencial uso de los datos recogidos por todas estas «cosas» con fines médicos y sanitarios. Sin embargo, no resulta fácil entender como toda esta información acumulada se utilizará para hacer realidad una medicina 5P, personalizada, predictiva, participativa, preventiva y poblacional.

De entrada, carecemos de un modelo de uso sensato. Y si lo tuviéramos, sería antiguo, porque la sociedad no evoluciona a la misma velocidad que la tecnología. Es el precio que pagamos por la ley de Moore.

La inteligencia no está en las respuestas, sino en las preguntas que tenemos que afrontar con los datos sanitarios. Pero resulta que, más que preguntas, a mi me vienen a la cabeza meras conjeturas:
¿Qué significan determinados datos en un individuo?
¿Nos estamos dejando alguno fuera?
¿Significan lo mismo en todos?
¿Estamos recogiendo datos innecesarios?
¿Qué haremos cuando detectemos cambios en los datos?
¿Qué capacidad de predecir algo relevante tienen?
¿Qué impacto tiene recoger y almacenar datos en la salud individual y de la población?
¿Cómo almacenamos los datos?
¿Cuánto tiempo se guardan?
¿Dónde se guardan?
¿Quién los guarda?
¿Quién los explota?
¿Quién paga esta fiesta de información?
¿Qué valor estamos dando a pacientes, profesionales y gestores?

Os recomiendo este informe de Intel Security, antes McAfee, sobre la sanidad y el internet de las cosas.

Mobile World Congress 2015 – Health

He pasado un par de días en Barcelona para asistir al Mobile World Congress 2015. Mi interés primordial eran las sesiones de salud.

En mi primera reunión con los promotores de un fondo de inversión USA para compra de empresas de mHealth, dos expertos profesionales de la industria tecnológica me sorprendieron con su visión de transformar la asistencia sanitaria de manera global a través de la instrumentalización de la tecnología móvil. Continua creciendo la idea de que las industrias tecnológicas dejarán de vender aparatos o dispositivos para pasar a vender servicios.

En cuanto a las aplicaciones de salud en el MWC, podría resumir mi impresión general en: mucha empresa tecnológica abducida por los «wearables«, pero poco trabajo sobre modelos de aplicación, contenidos y pruebas de concepto sobre el valor ofrecido a los pacientes. Con la excepción de un amigo, el Dr. Llordachs que continua ampliando su éxito con Doctoralia.

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Para el resto de las aplicaciones en salud, la tecnología no para. Avanza a un ritmo insostenible para la sanidad. La ley de Moore ha acabado haciendo mucho daño. Y eso queda patente en el MWC2015Health. Además, de innovación no hay tanto.

Hay juventud, sin duda. Pero diversidad y colaboración no se encuentran fácilmente.

Por otro lado, la línea de pensamiento que predomina tiene más bien poco de connected health. Es todo IoT, the internet of things. Aunque soy un total ignorante, me temo que la lógica sigue este simple algoritmo:

Se pueden poner sensores en las cosas + los sensores miden datos y constantes vitales de los individuos + los datos se pueden transmitir y acumular + hay herramientas para analizarlos + se pueden encontrar patrones + se pueden presentar a individuos y profesionales sanitarios de manera «cool» = mejora en la atención a los pacientes crónicos .

One app to rule the world
One app to find them
One app to bring them all
And in the darkness… Big Data!

Hay mucho más sobre lo que discutir, pero mi resumen es que queda mucho trabajo por hacer. Y no es en el campo tecnológico, sino en el de los modelos asistenciales y la esfera social.

PD: Lo mejor, el tiempo de risas con los amigos Llordachs y M&M (Moro y Segura). Y una charla desde la Fira al Sant Pau con Ivan Belmonte

Hacking brains

Muchos lo niegan. Pero es mentira. Publicitan su gusto por la libertad de opinión. Por la discrepancia. Pero es mentira. Muchos lo que buscan es conseguir que todos los demás piensen como ellos.

¿Por qué?

No porque crean que están en lo cierto, sino porque si perciben que muchos creen lo mismo que ellos aumenta su probabilidad de no errar.

En realidad, en las redes sociales todos estamos muy preocupados por hackear cerebros para que, al coincidir las opiniones, se elimine la incertidumbre que nos acongoja.

Google sigue jugando a los médicos

Una de cada diez preguntas realizadas en el buscador de Google tiene que ver con la salud (o la enfermedad). Así que es imposible que la compañía no vea una oportunidad de negocio en el asunto.

Tal como informa Los Angeles Times, Google parece estar dedicándose a responder mejor a esas preguntas.

¿Cómo?

Han montado un equipo de médicos que se ha dedicado a recopilar, procesar y revisar información médica que se presentará a través del Knowledge Graph Panel para servir como orientación a los usuarios. Además, proporcionará vínculos con páginas médicas de instituciones de prestigio.

Para empezar, la herramienta estará pronto disponible en inglés. Y de nuevo Google no puede evitar la referencia a la expresión «empoderar al paciente».

Según la RAE, empoderar es «hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido». Pero el modelo sigue siendo el mismo. Más madera.

Ciberseguridad: ¿datos?, ¿quién vende datos?

Obama se ha ido a Sillicon Valley a pedir ayuda a las grandes compañías tecnológicas en su lucha por la ciberseguridad. Eligió la Universidad de Stanford para celebrar la cumbre. Además, ha firmado un decreto para crear el Centro de Inteligencia Cibernética.

En Europa, la Comisión Europea también parece que está preocupada. Existe incluso el European Cybercrime Center. Pero la Comisión Europea no alcanza el éxito en la difusión de sus iniciativas entre la población general. Ni tiene la habilidad de poner los asuntos de manera tan visible en la agenda política.

Lo cierto es que cuando te pones escarbar en los problemas relacionados con la ciberseguridad, corres el riesgo de convertirte en un paranoide. El mundo te observa, te investiga, te ataca, te roba, te saca los datos y los vende expuestos en la plaza pública de internet como si no hubiera un mañana.

Pero parece que en este mundo digital también hay «bonos», comprometidos con el prójimo como el cantante irlandés. O el ex- (o no tanto) -político de Albacete.

Tim «Bono» Cook habló justo antes que el presidente. Ellos no lo hacen. Apple no vende datos de sus usuarios. Es decir, no vende mis datos. Sin embargo, otros parecen hacerlo. «¿Es ese el motivo por el que Google o Facebook no estaban en la reunión?» se pregunta Los Angeles Times