Cuando la enfermedad somos nosotros

Los humanos ya no tenemos depredadores. Los extinguimos o los encerramos en parques naturales. Pero no eliminamos el miedo. Solo lo desplazamos. Lo llevamos dentro. La enfermedad es el nuevo depredador, aunque en realidad no existe. La enfermedad somos nosotros. Es la expresión del desajuste entre lo que somos y lo que pretendemos ser. Es la consecuencia de una vida que se separó de su propio ritmo.

Nombramos “enfermedad” a lo que no entendemos o no aceptamos. A cualquier desviación de la norma que nosotros mismos inventamos. La fiebre, la inflamación, el dolor, no son enemigos, son lenguaje. El cuerpo habla, pero lo hemos olvidado. Lo tratamos como una máquina rota, no como un organismo que busca equilibrio. Hemos reducido la vida a datos, los síntomas a errores, el sufrimiento a fallo del sistema. Y con eso hemos roto el diálogo más antiguo que existe: el del cuerpo consigo mismo.

Decimos que queremos salud, pero lo que buscamos es control. Queremos eliminar toda incertidumbre, toda vulnerabilidad. Nos cuesta aceptar que vivir es exponerse. En lugar de escucharnos, delegamos en la tecnología, en los algoritmos, en los expertos. Hemos medicalizado la existencia entera. No para curar, sino para tranquilizarnos. La enfermedad se convierte así en un concepto moral. Lo sano es lo correcto. Lo enfermo, lo culpable.

Sin embargo, si la enfermedad somos nosotros, también lo es la cura. No está en los fármacos ni en los procedimientos, sino en la reconciliación con lo que somos: seres finitos, frágiles, contradictorios. La biología no se equivoca; se adapta. La célula que muta, el tejido que se inflama, el sistema que colapsa no son errores, son formas extremas de supervivencia. Nuestra resistencia al cambio, a la decadencia, al dolor, es lo que los vuelve patológicos.

La salud no es un Shangri-La perdido, sino un instante de equilibrio entre fuerzas opuestas. No dura, ni falta que hace. La obsesión por conservarla nos enferma más que cualquier virus. Porque en ese intento de eternidad negamos la vida misma. Somos la enfermedad y la cura, el orden y el caos, la causa y el síntoma.