Un médico en las redes sociales

Esta tribuna es de 2010, en Diario Médico.

Mark Zuckerberg descubrió el poder de la tecnología de la comunicación en internet tras ser abandonado por su novia. En Harvard, no pertenecer a la élite de las hermandades supone no tener una vida social que merezca ser llamada así. Y ante la tragedia de quedarse sin novia y no pertenecer a ninguna hermandad, desarrolló Facebook para cambiar el flujo de poder social de una manera rápida y poderosa, atrayendo a mayor número de universitarias de lo que nunca hubiera soñado. Como subproducto, terminó convirtiéndose en el multimillonario más joven del mundo. Seis años después las redes sociales en internet son la mayor redistribución incruenta de poder que se ha producido activamente en la historia de la Humanidad. Todo gracias al poder de la comunicación.

Bien es cierto que el motor de este movimiento ha sido una necesidad básica de los seres humanos: el intercambio de genes. No resulta por tanto chocante que, según datos de marketer.com, casi un 80 por ciento de la generación del milenio (menores de 23 años) tenga una cuenta activa en una red social. Pero no sólo ellos están en la conversación. Cada vez más adultos se unen a este movimiento. En Estados Unidos, aproximadamente un 40 por ciento de los mayores de 65 años tienen una cuenta. ¿Por qué los adultos se están incorporando también a las redes sociales en internet? Porque se van dando cuenta de la potencia que tienen estas herramientas para comunicarse con otros seres humanos con los que intercambiar memes.

Fuente de contenidos
De lo expuesto anteriormente se deduce que, cada vez más, nuestros conciudadanos van a usar las redes sociales para buscar información y comunicarse. De hecho, internet ya es la mayor fuente de contenidos médicos de la que disponen. Y es allí donde los médicos deberíamos estar para ofrecer nuestros servicios y para compartir nuestro conocimiento. Pero a los médicos se nos ha entrenado específicamente para hacer diagnósticos diferenciales y aplicar tratamientos complejos, no para comunicarnos con nuestros pacientes de una manera efectiva. Y ese es un gran error, porque la curación comienza con la comunicación. Es el proceso clave, el fundamento de la calidad percibida o lo que suele denominarse humanismo médico. Claro que no es fácil cambiar una tradición milenaria de monopolio y ferreo control de la información de calidad, totalmente justificado por el modelo paternalista de la relación médico-paciente. Los cambios no gustan. Dicho esto, no es sorprendente encontrarse con fuertes opiniones contrarias a las nuevas redes sociales, más aún en el ámbito sanitario, porque son vistas como un elemento de levedad intelectual e inmadurez profesional. Personalmente, no creo que la credibilidad profesional o científica se deba sustentar en negarse a compartir el conocimiento con aquéllos que no tienen una formación como la nuestra. Muy al contrario, es parte de nuestra responsabilidad social transmitir a la sociedad, de una manera comprensible para todos, lo que sabemos, lo que ignoramos y lo que aprendemos como resultado de la investigación que llevamos a cabo con fondos públicos.

Por otro lado, las redes sociales no son un invento reciente. Han existido desde que los homínidos, animales poco dotados físicamente, optaron por agruparse y desarrollar el lenguaje para tener ventaja competitiva en la lucha por la supervivencia. Después de varios milenios, en el ámbito sanitario, las sociedades científicas o los colegios profesionales han sido redes sociales basadas en el modelo de poder imperante. La diferencia actual es el poder de la herramienta, internet, que ha modificado la distribución del poder.

Redefiniendo la comunicación
Sin duda, estamos en un momento clave de la redefinición de la comunicación en el ámbito sanitario entre pacientes y profesionales. Y debe haber profesionales e instituciones comprometidos con el liderazgo de la innovación tecnológica sanitaria. Por ello y para explorar la capacidad de las redes sociales entre profesionales, durante los últimos años hemos lanzado iniciativas en tres grandes redes sociales: Facebook, Twitter y LinkedIn.

Twitter es una forma de microblogging, muy popular entre profesionales del mundo sanitario, en la que mediante mensajes de 140 caracteres se pueden comunicar contenidos relevantes para la red de seguidores. En Twitter, en colaboración con Diario Médico, el Hospital Clínico fue la primera institución europea y la segunda a nivel mundial desde la que se retransmitió una intervención quirúrgica de la Unidad de Cirugía Guiada por la Imagen. Además, la utilizamos para mantener la actividad de la plataforma tecnológica iSurgitec, en la que participan, junto al Servicio de Cirugía I, el Departamento de Cirugía de la Universidad de Chicago, el Hospital Henry Ford de Detroit o el Servicio de Cirugía del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Para terminar, disponemos del canal @iClinicoMadrid, en el que la Unidad de Innovación (creada con el apoyo del Instituto de Salud Carlos III) difunde noticias de innovación sanitaria. En Facebook hemos desarrollado un grupo en código abierto, Med&Learn, moderado y alimentado por especialistas para compartir contenidos docentes. Y finalmente, en la red profesional LinkedIn hemos creado el grupo Incubadora de ideas-HCSC, la marca de nuestra sesión de creatividad en tecnología sanitaria que se celebra mensualmente en el hospital. Este grupo está formado por más de 120 profesionales de distintos ámbitos que han desarrollado un espacio colaborativo para la innovación tecnológica.

Las redes sociales en internet son una innovación tecnológica que está cambiando la manera que los seres humanos tienen de relacionarse. No podemos mantenernos ajenos. No podemos ser meros espectadores. Los profesionales debemos implicarnos y liderar la evolución de estas herramientas para mejorar la comunicación con nuestros pacientes y con nuestros colegas. Debemos explorar las posibilidades de las nuevas tecnologías aplicadas a la sanidad. Aunque bien es cierto que los exploradores tienen que asumir una alta mortalidad. Suele reconocérseles porque son los que tienen las flechas en la espalda

La curación empieza por la comunicación

Una nueva tribuna del pasado. Publicada en Diario Médico en 2011.

Recientemente fui invitado a reflexionar públicamente sobre el médico del futuro. Era todo un reto ante un entorno tan rápidamente cambiante y tan aparentemente inestable, en el que se oyen ecos de medicina centrada en el paciente, de medicina personalizada y de tecnologías de la comunicación y la información para la salud. Pero, sin duda, es interesante pensar en el ejercicio de la Medicina en un escenario que no existe y que vamos a contribuir a crear.

Durante la preparación, empecé a reflexionar sobre la medicina tecnologizada del futuro, sobre los biomarcadores, los biomateriales, la ingeniería genética, las nanoparticulas, los exoesqueletos, la realidad aumentada, las redes neuronales, los sistemas expertos y la cirugía robótica. Eso es lo que se espera de un cirujano dedicado a la innovación tecnológica. Pero sorprendentemente, todo lo que imaginé parecía Minority Report, la pesimista y oscura película futurista de Steven Spielberg. Mi cerebro, como cualquier otro, es capaz de construir el porvenir a partir de su experiencia presente. Por tanto, me resultaba imposible predecir algo que no existe en la actualidad. Sólo estaba proyectando el presente en el futuro.

Pero lo que no puede ser no puede ser. Y además es imposible. Aumentar un año más la vida de los ciudadanos de los países occidentales no es el principal problema de los sistemas sanitarios. Afortunadamente, la expectativa de vida de nuestros conciudadanos supera los 80 años. Y debo añadir que a ello contribuye poco la medicina curativa. Sin embargo, vaya donde vaya, hable con quien hable, siempre escucho lo mismo: «El problema es la comunicación«. Da igual que sean pacientes o profesionales, sanitarios o gestores. Siempre es lo mismo. Porque la comunicación es el acto primario de la asistencia sanitaria. La relación entre los profesionales sanitarios y el paciente, su diagnóstico, el pronóstico e incluso el tratamiento descansan sobre la comunicación. Incluso el soporte en la recuperación tiene el mismo fundamento. No podemos evitar ser animales sociales.

Por eso cuando tengo que pensar en la utilización de la tecnología para mejorar la sanidad me surgen preguntas: ¿medicina centrada en el paciente? ¿En qué hemos estado centrados hasta ahora? ¿En nosotros mismos? Parece ser que, en gran medida, el avance de la Medicina moderna ha estado enfocado en la superespecialización y no en el paciente. Nos hemos convertido en expertos y superexpertos científico-técnicos. Pero en el futuro será imposible que los gadgets mejoren la calidad de la asistencia si no conseguimos que esos valiosos superexpertos que hemos creado mejoren el proceso de comunicación con sus pacientes.

Empezar a cambiar
Ha llegado el momento de cambiar desde dentro. Mejor que empecemos nosotros a tomar conciencia. ¿No lo consideran necesario? Miren a su alrededor. Todo va más rápido de lo que podemos resistir. Con las nuevas herramientas de comunicación en internet se está produciendo la mayor redistribución incruenta de poder que las sociedades humanas occidentales han vivido nunca. Y el ejemplo de las consecuencias de la resistencia a ese gran cambio lo están experimentando los países árabes de manera sangrienta. Todo ello es debido a una redistribución del flujo de comunicación y conocimiento. La tecnología que se creó hace ya muchos años está dando verdadero poder al ciudadano. Por ello, crear un mejor futuro es un reto del presente. Y en sanidad también. El conocimiento debe ser abierto, transparente y compartido. No necesitamos que los expertos sepan cada vez más pero sólo para ellos. Es urgente que todos los profesionales del sistema sanitario seamos capaces de solventar los problemas y compartir las soluciones.

Y a los médicos, la tecnología nos tiene que servir para eliminar lo que de rutinario y burocrático tiene la asistencia sanitaria. Debe llevarnos donde tenemos que estar, junto a nuestros pacientes. Porque médicos somos pocos, pero pacientes somos todos.

Los médicos y la comunicación

El neurocirujano Sanjay Gupta fue nominado para ocupar el cargo de Surgeon General por Barack Obama entre críticas de colegas y políticos, que veían en él un perfil inadecuado para ser el responsable de la sanidad pública por su “contaminación en los medios”. Sin embargo, Sanjay es un verdadero comunicador médico – CNN, prensa escrita, Internet –. Ha informado sobre importantes asuntos de salud, con más impacto que ningún otro médico haya tenido nunca entre la audiencia global.

Su inconveniente es que los medios de comunicación de masas continúan bajo sospecha para la profesión, incluso en Estados Unidos, y aquellos médicos que se atreven a cooperar con ellos pierden credibilidad.

¿Debemos los médicos tener miedo a los medios? ¿Cuál debería ser nuestra actitud?

La comunicación, ese complejo proceso de transmisión de información y conocimientos que caracteriza a nuestra especie, es imprescindible en el ejercicio de la Medicina. Primero, porque debemos hacerlo con nuestros pacientes de la manera más efectiva posible. Segundo, porque tenemos la obligación profesional y ética de contribuir a la educación de la sociedad en materia sanitaria. Tercero, porque la comunicación permite darnos a conocer tal como somos; y “el que se mueve no sale en la foto”.

La cantidad de información sanitaria transmitida durante la relación médico-paciente es extremadamente limitada. En realidad, las dos vías por las que los ciudadanos conocen los asuntos profesionales y sanitarios son las series de televisión y los medios informativos. El entretenimiento tiene un impacto increíble para situar a la profesión en la pirámide social y para vertebrar nuestro rol ante la audiencia. Se nos identifica por Anatomía de Grey, Nip Tuck, House u Hospital Central.

En el ámbito informativo, nos encontramos con los medios profesionales, que gozan de mayor prestigio dentro de la profesión, y los medios generales, que son vistos como una amenaza constante porque “informan siempre sobre lo negativo, manipulan nuestras palabras, no nos entienden…”. Hay que abandonar esos miedos injustificados porque, excepto en la publicidad, los medios raramente manipulan intencionadamente su impacto. Al revés, los informadores y productores de entretenimiento se apoyan en fuentes, comentaristas y grupos de presión ajenos a la industria de la información. Es decir, en nosotros mismos si así lo queremos.

La potencia y la variedad de los medios han explotado en la última mitad del siglo pasado. Tradicionalmente, la televisión, la radio y la prensa escrita eran los medios dominantes, pero en la últimas dos décadas ha surgido una nueva forma, Internet, con un efecto masivo en la comunicación global, como demuestra que en este blog, dentro de la plataforma de diariomedico.com, casi un 30% del tráfico provenga de otros países. A través de todos estos medios, desde la televisión a los blogs, se informa a la población y se forma la opinión pública. La prensa permite que el ciudadano conozca los asuntos de interés que, de otra manera, no alcanzaría. Pero además, la popularidad y la repercusión mediática influyen en la agenda política sanitaria. En mayor medida de lo aceptado, las decisiones políticas vienen determinadas por su validación en los medios y por la retroalimentación que reciben los líderes ante sus nuevos planteamientos. Es decir, los medios de comunicación emiten la información que hace que la sociedad tenga una determinada idea de quiénes somos, qué hacemos y cómo lo hacemos. Además, dan contexto a las decisiones políticas que posteriormente nos afectan. Puesto que el contenido médico de los medios afecta a la actitud y el comportamiento de los ciudadanos y modifica el entorno en el que se llevan a cabo las iniciativas sanitarias, deberíamos participar de una manera más explícita y comprehensiva como fuentes y comentaristas de su contenido.

Es obligatorio conocer y comprender mejor qué es lo que los medios buscan en nosotros y qué debemos buscar nosotros en los medios, cómo tratarnos mutuamente, qué decir y cómo decirlo. Los intentos de saturar a la audiencia únicamente con datos de la literatura médica son infructuosos. Y no voy a caer en el error de proponer que la comunicación con los medios sea una asignatura de la licenciatura porque no pretendo que los recién licenciados sean venerables expertos al límite de la jubilación. Pero sin duda, con el dominio de los patrones de comunicación verbal y no verbal y con ciertos conocimientos básicos de las relaciones públicas, los médicos podemos colaborar con los medios hasta convertirlos en una útil herramienta para nuestra práctica. Esto debería formar parte de un programa integral de formación continuada.

Evidentemente, no podemos aproximarnos igual a la comunicación individual que a la institucional. Aún así, los principios por los que se debería guiar todo este proceso son los mismos, teniendo en cuenta que la efectividad aumenta cuando se ofrece a la gente algo que desea, ya sea satisfaciendo una necesidad o legitimando un valor preexistente. Por ello, nuestra responsabilidad debe ser triple: veracidad de los contenidos, rigor en su presentación y coherencia en el mensaje. Además, sobre todo para la información institucional, sería importante establecer y disponer de un código ético que vinculara no sólo a los médicos sino también a las instituciones que representan.

En conclusión, para los médicos la participación en los medios de comunicación debería ser algo más que una diversión. Personalmente, creo que es un requerimiento ético y profesional. Su fin es doble, retornar a la sociedad parte de lo que conseguimos gracias a lo que invirtieron en nosotros, y hacer que nuestra profesión siga siendo una de servicio y compromiso en sintonía con el conjunto de la sociedad.