Suave…

Llego al quirófano con el pijama verde.

Limpito. Y suave.

Una vestimenta que no hace al monje.

Reviso la historia y las pruebas de imagen.

Me presento de nuevo a la enferma, antes de comenzar el “checklist”.

“Doctor, haga todo lo que pueda. Tengo una niña y depende sólo de mi”

Eso ¿dónde lo coloco en el listado?

Laura ya no está

Diciembre de 2008

Nos conocimos hace ya años, cuando ella acababa de sobrepasar la veintena.

«Una cría» pensé la primera vez que la ví.

La enviaba a mi consulta otro colega.

Había sido intervenida de algo que, a primera vista, era aparentemente normal y resultó ser un tumor enorme, que se extendía más allá de su sitio de origen.

Así que la intervine por segunda vez.
Quité parte del intestino.
Y el útero y los ovarios.
Así es la cirugía oncológica.
Se lleva por delante todo lo que pilla.

Laura se recuperó, se sometió a tratamientos muy intensos de quimioterapia, pero seguía viniendo a consulta cada 6 meses.

Hasta que empezó a tener nuevos síntomas y hubo que decidir una nueva intervención.
Esta vez hubo que quitar un implante tumoral de otra zona de su cavidad abdominal.

De nuevo Laura soportó el tratamiento, pero volvió a crecer el tumor y tuvo que aceptar una tercera intervención para intentar extirparlo.

Y la quité el recto, en la que no sería la última operación.

Llevamos entrando y saliendo juntos de quirófano más de cinco años, con una enfermedad que en otros tiempos hubiera acabado con ella en 6 meses.

Ella lucha, nosotros también.

Les hablo de Laura porque la otra noche tuve que ir a Urgencias por un asunto familiar y allí estaba ella, tumbada en una camilla.

A mí era difícil reconocerme, no llevaba nada identificativo.

Intencionadamente.

Pero Laura, al verme entrar en la sala, esbozó una sonrisa.
Me dirigí a ella y me contó lo que le pasaba.
No parecía nada grave, pensé.

Es una manera de aliviar la tristeza.

Laura no ha llegado a los treinta todavía y sigue viviendo pendiente de nosotros, los médicos.
Su vida ocurre alrededor del hospital.

“Pienso en Laura y rio. No lloro. Sé que a ella lo prefiere así..”

Julio de 2009

Laura, la enferma en que tanto piensa Gustavo, se cruzó el otro día en mi camino.

Empujaba un palo con ruedas, de los que sirven para portar los sueros durante los paseos más allá de la habitación.

Su cara de luna llena y un suave acné en la frente mostraban al ojo experto el efecto de los corticoides.

Se desplazaba lentamente y sujetaba la otra mitad de su cuerpo sobre el brazo de su madre.

– Hola Laura – sonreí mientras agarraba sus hombros para darle dos besos
– Hola Doctor ¿Qué tal su amigo el Dr. Klint?
– Bien, de vacaciones en Ibiza. ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás ingresada?

Su mirada cayó hacia el suelo antes de recuperar la línea del horizonte, más allá de donde me mantenía yo de pie.

– Es que tengo pequeñas obstrucciones. Además me ha dicho el oncólogo que tengo una pequeña recidiva tumoral en el muñón rectal y varios implantes en el pulmón que han crecido un poco. Aunque ahora con la quimioterapia parecen que se han detenido.
– Entonces, ¿sigues con la quimio?
– Sí, aunque el oncólogo está desesperado y no sabe ya qué ponerme. He consumido todas las líneas…
– Pero si esta funciona…
– Mientras tenga fuerzas seguiré luchando. No me queda otra doctor. Tengo 29 años y llevamos 5 años así desde que usted me operó del cáncer metastásico…

No tenía nada mejor que decir.
Asentí y le dije “Es lo que hacemos todos. Seguimos luchando aunque no seamos conscientes de ello..”.

Luego le di un abrazo y besé sus mejillas hinchadas por los corticoides…

Pienso en Laura y me digo que esto es duro, pero alguien tiene que hacerlo.

Ella me da mil ejemplos cada vez que nos encontramos.

Diciembre de 2009

Hoy he tenido consulta y como todos los miércoles la agenda estaba llena.

No he me dado cuenta del nombre que he anunciado por megafonía hasta que la he visto entrar por la puerta.
Era la madre de Laura.

Se ha sentado frente a mi y ya no la he podido parar.

Ha ido repasando los últimos años de la vida de Laura, de su hija, desde su primera intervención hasta su muerte, en la madrugada de un día que nunca debería haber llegado para una madre.

Cada una de las intervenciones quirúrgicas eran para ella un poco más de tiempo y un poquito más de esperanza.

Pero la última vez que nos encontramos en el pasillo del hospital, esa ocasión que narré aquí, Laura leyó algo en mi mirada.

– Mamá, el doctor me ha mirado como si estuviera sorprendido de seguir viéndome viva.
– No hija, es que el doctor no esperaba verte ingresada todavía.

«Doctor, ella intuyó que usted ya no tenía más esperanza y que se iba a morir”

Reconozco que hoy, de nuevo, aunque sea poco profesional delante de un paciente, he llorado en la consulta.

La Vida es así, pero a veces me duele y me jode.

…Laura ya no está. El mes pasado Laura se fue a donde quiera que ella, los suyos o ustedes deseen creer que se ha ido.

¡Celebrities!

Hit it!

Las caderas empezaron a bambolearse a lo largo de la pasarela.

John estiró el talle.
Se ajustó la perilla.
Llamó al estilista.
Se dio máscara en las pestañas.

Karl se rompió una uña con el abanico.
Estaba hissssssssssssstérica.

Jean Paul llevaba un cono proyectado anteriormente y ajustado a sus glúteos.
Una foto de Madonna le colgaba en la pechera.

Tom, como siempre.
Negro sobre blanco.
Un hombre soltero, en tonos pastel, le colgaba del hombro derecho.

Y Valentino, a lo suyo.
Con sus amigos 60 años más jóvenes que él.

Here comes the hot stepper!

You asked for solutions to clinical problems. We gave you papers

What is the ultimate scientific publication for the clinical scientist of the 21st century?

Over the last half of the 20th century, manuscripts published in peer-reviewed scientific journals became the gold standard for both knowledge dissemination and career promotion, being “impact factor” and “citations” two surrogate markers for success. Not surprisingly, the number of publications in high-impact journals within a field is key for a researcher who applies for a grant, whereas the grants are essential to fund the research that merits publication in high-impact journals. Weird, isn’t it?

The primary objective of knowledge generation should be neither citation nor impact factor. In the clinical setting, knowledge should be generated to answer questions, to solve problems, to address human needs. However, it has been extremely difficult, if not impossible, to find the right indicators to measure how much a “paper” improves individual patient care, the standard of care, and even worse, to quantify its impact on health-related outcomes, beyond systematic reviews and meta-analysis that defined the new paradigm of clinical practice in the past century: evidence-based medicine.

Almost simultaneously to the development of modern research, information and communication technology (ICT) have induced radical social and cultural changes. ICT has rapidly evolved from the undanymic access to the internet from a desktop computer in the 90’s, to applications (apps) designed to perform specific tasks in mobile phones.

Currently, clinical knowledge can be processed, packed and made immediately available for healthcare professionals and citizens through apps downloaded to the mobile healthcare center, the smartphone. Ubiquitous communication and data collection through apps (linked to information systems) used by healthcare professionals and patients may establish a two-way street between knowledge managers and knowledge users, skipping the traditional intermediate barriers.

We propose a radical change. Let’s abandon the “old manuscript” as the only “gold standard” and let’s focus on tools that allow clinical scientists to disseminate their knowledge and to quantify how much the final users benefit from it. Let’s consider healthcare IT tools (i.e apps) the new “gold standard” of the 21st century.

Several issues remain unsolved: the review process, validation, how to incorporate apps into clinical practice, data exploitation… We know it is not easy, but it doesn’t mean it’s not worthwhile.