Un paseo por Cambridge y Boston: Harvard y MIT

Hace 20 años llegué a Boston para entrar como «fellow» de la Harvard Medical School al Hospital Beth Israel. Este mes de Enero de 2016 he regresado como parte de un grupo de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad Politécnica (Campus de Excelencia Moncloa), para participar en un taller de tecnología biomédica con investigadores de las dos mejores universidades: Harvard y MIT.

Como nota aclaratoria, no se necesita ninguna capacidad intelectual especial para trabajar al nivel de Harvard o MIT. Simplemente hay que desearlo. Desearlo mucho. Desear caminar la «extramile» que hace los sueños realidad.

No es fácil describir como se siente uno cuando está rodeado por gente brillante, premios Nobel, o premios Nobel a punto de caer. Lo resumiré de una forma algo cursi: inspirador.

RCC

Donald Ingber, con gafas, está al fondo dando la espalda al póster del Real Colegio Complutense. Dirige el Instituto Wyss, un sitio del que se puede aprender para lo bueno y lo malo. Un grupo de investigadores que publican una vez al mes en Nature/Science, que patentan y trasladan al mercado.

A mi me tocó contar quiénes somos y qué hacemos en el Centro de Innovación del Hospital Clínico San Carlos y el Instituto de Investigación Sanitaria San Carlos: proyectos de big data, plataformas de educación, sistemas de información en pediatría o nanotecnología para el diagnóstico microbiológico. También presentamos nuestra colaboración con el grupo de Life Supporting Technologies para la diabetes con Mosaic. Después de todo, la diabetes mellitus tipo II es la principal causa de años vividos con enfermedad en España.

Y esto sólo fue el comienzo.

Adia

Terminamos de desayunar. De pie en la cocina.

Cogimos las maletas, nos despedimos de su familia y montamos en el SUV.

Sara McLachlan empezó a sonar en el programa despertador de la radio. Con ese eco tan característico de la música en los monovolúmenes norteamericanos. Ibamos al aeropuerto.

La pequeña, con un liso y largo pelo negro, y sin dos dientes en su sonrisa, agitó la mano en lo alto. Desde la puerta.

No olvido la escena.

Después de unos cuantos caminos serpenteantes, entre casas de madera en medio del campo, llegamos a la autopista. Abandonamos Framingham.

Los commuters, como nosotros, taponaban la entrada a Boston. Tardamos una hora.

Aparcamos en Logan. Tomamos un avión de Delta. Hasta Dallas. De allí a New Orleans.

Nunca volví a ver a la pequeña de pelo negro, liso y largo, que, sin dos dientes en su sonrisa, nos dijo adiós, a su padre y a mi, desde la puerta.

La vida gira en una esquina y cambia el rumbo. Y al hacerlo nos va dejando atrás. Antes o después.

A todos.

A ella la dejó tirada junto a un árbol, con la cabeza en el agua, rodeada de nieve. Una noche de frío invierno, después de una fiesta, en el centro de Massachusetts. Para siempre.

Cirugía endoscópica: un viaje virtual desde la oscuridad hasta la cirugía robótica

Mayol Martínez, J. Cirugía endoscópica: un viaje virtual desde la oscuridad hasta la robótica. Seclaendosurgery.com. (en línea) 2002, no, 1. Disponible en Internet: http://www.seclaendosurgery.com/seclan1/art21.htm. ISSN: 1698-4412.

INTRODUCCIÓN.

En el siglo pasado, la cirugía endoscópica ha sido el avance definitivo. Actualmente los cirujanos interaccionan con los órganos a través de mínimas incisiones de manera que se reduce el estrés quirúrgico causado por las grandes heridas. Esta revolución es el resultado tanto de la curiosidad humana como de los más recientes avances de la tecnología. En esta revisión pretendemos analizar, desde una perspectiva histórica, las contribuciones más relevantes desde el punto de vista conceptual y técnico que llevaron a nuestros antecedesores desde la búsqueda de una buena iluminación, que terminó con la invención de la luz incandescente, hasta la primera colecistectomía laparoscópica y el desarrollo explosivo de los procedimientos laparoscópicos. Sin embargo, la revolución laparoscópica no ha acabado y sólo el tiempo dirá hasta dónde nos conducirá.

“A rose is a rose is a rose…”

La cirugía videoscópica es el último gran avance de la Medicina Moderna. Términos como cirugía de cerradura (keyhole) o cirugía mínimamente invasiva se acuñaron para dar nombre a un nuevo concepto: un abordaje menos agresivo de los órganos intracavitarios. Sin embargo, ninguna de estas denominaciones describía satisfactoriamente el cambio cualitativo que había tenido lugar en el ambiente quirúrgico durante la última década del siglo XX. Este atrevido avance es el resultado tanto de la curiosidad como del increíble progreso tecnológico, aunque tanto el entusiasmo como el escepticismo han sembrado el camino de este nueva técnica. En esta revisión vamos a discutir las contribuciones realizadas al desarrollo de la cirugía endoscópica y laparoscópica desde una perspectiva histórica.

LA BÚSQUEDA DE LA LUZ

Aunque la primera descripción sobre el uso de un espéculo para la exploración del recto se remonta a Hipócrates (1), lo cierto es que durante muchos siglos la exploración de las vísceras intracavitarias se vio obstaculizada por la ausencia de una iluminación adecuada. Por tanto, los cirujanos durante este tiempo practicaron su oficio en la oscuridad, guiados únicamente por los síntomas y signos externos de la enfermedad.

A comienzos del Siglo XIX, Philip Bozzini (2) hallo un primer camino para avanzar en la oscuridad mediante el Lichleiter o conductor de luz, que le permitió explorar la uretra de un paciente mediante un tubo y la luz de una vela. Sin embargo, este diseño histórico fue recibido por sus colegas con escepticismo. Otros muchos siguieron los pasos de Bozzini. Segalas en Paris(2), John Fisher en los Estados Unidos (3) y Desormeaux en Paris (4) desarrollaron diferentes modelos de cistoscopios para explorar la vejiga y la uretra. Éste diseñó un instrumento que se servía de espejos para hacer pasar la luz a través. La fuente de luz era una mezcla de alcohol y turpentina.

En esta búsqueda de la luz, Nitze presentó un cistoscopio con iluminación mediante un alambre de platino que era refrigerado por agua (3,4). Este diseño se basaba en las contribuciones de Bruck, un dentista que utilizó la misma tecnología para iluminar la cavidad bucal. Nitze tenía interés por realizar fotografías a través del cistoscopio, por lo que contactó con Laiter, en Viena, para integrarle en el proyecto. Pero su colaboración se vio interrumpida por rivalidades profesionales, como tantas otras veces.

Thomas Edison inventó (patentó) la luz incandescente en 1879 y Newman la miniaturizó para poder utilizarla con un cistoscopio. Éste fue el diseño precursor del laparoscopio (3). Sin embargo, no fue hasta 1902 cuando Kelling (5), un cirujano alemán de Dresde, realizó la primera laparoscopia mediante un cistoscopio en la cavidad abdominal de un perro. Aunque nada se publicó al respecto, parece que Kelling también realizó el procedimiento en dos pacientes y utilizó el aire ambiente para crear el neumoperitoneo, que él consideraba esencial para conseguir una buena exposición.

La primera experiencia publicada en humanos fue presentada en 1910 por Jacobeaus (6), que fue el primero en acuñar el término laparoscopia. Presentó su serie de 115 procedimiento con una única complicación debida al sangrado. Dimitri von Ott (7) también reclamó haber sido el primero en realizar una laparoscopia, pero su técnica era diferente. En este caso procedía a realizar una incisión en la cúpula vaginal para conseguir acceso a la pelvis y a la cavidad peritoneal mediante un espéculo. Por tanto, se le debe considerar como precursor de la cirugía laparoscópica ginecológica.

LOS AÑOS DEL OLVIDO

Tras un cierto interés inicial por la técnica, sólo algunos cirujanos utilizaron este abordaje y, fundamentalmente, con fines diagnósticos. El primer libro de texto sobre la materia fue publicado por un alemán, Korbsch, en 1927 mientras que otro compañero, Kalk (8), popularizaba el uso de un sistema de visión oblicuo que había desarrollado previamente Kramer al final de la década de los 20. El riesgo de lesión visceral durante la inserción de los trócares ya era motivo de preocupación. De hecho, Orndoff, un internista que había comunicado su experiencia con pacientes sometidos a una laparoscopia diagnóstica con un trocar piramidal (9), creía que la fluoroscopia podía ser una herramienta útil para prevenir las lesiones intraabdominales. El propio Orndoff desarrollo un trócar piramidal que todavía está en uso.

No transcurrió mucho tiempo antes de que los clínicos reconocieran que la creación del neumoperitoneo antes de la inserción de los trócares servía como medida preventiva contra las lesiones por trócar. Goetze desarrolló una aguja especial para la insuflación abdominal que luego fue mejorada por el diseño de Janos Veress (10). Esta aguja con muelle sigue en uso en la actualidad, aunque originalmente se diseñó no para la insuflación abdominal, sino muy al contrario, para producir neumotórax. La utilización del dióxido de carbono para el neumoperitoneo fue propuesta por Zollikofer a comienzo de la década de los 20 (11), y este gas no ha sido reemplazado por ningún otro desde entonces debido a su rápida absorción y a que no es combustible.

El otro cirujano que apoyó con entusiasmo el desarrollo de la laparoscopia como herramienta diagnóstica, con poco éxito, fue Ruddock en Chicago (11). Tuvo la intuición de utilizar la laparoscopia para explorar la cavidad y obtener biopsias para el estudio histológico. Ya en 1937 presentó una gran serie de pacientes sometidos a laparoscopia, que debe ser valorada por su baja mortalidad y su precisión diagnóstica del 92%. Pocos más contribuyeron a la promoción del procedimiento y entre ellos Benedict, un gastroenterólogo, y Waug, un cirujano (11). Éste consideraba que la precisión diagnóstica de la laparoscopia para los cánceres intraabadominales no tenía comparación con ninguna otra exploración. En el ámbito de la ginecología, Palmer fue el principal defensor del procedimiento(12). Él también mostró su preocupación por el impacto de las presiones del neumoperitoneo sobre los pacientes y opinaba que la presión intraabdominal no debía superar los 25 mmHg. En los 50 Frangenheim (13), que diseñó el primer insuflador automático de dióxido de carbono, comunicó otro tipo de complicaciones. Describió con detalle el enfisema subcutáneo, el embolismo aéreo, la perforación intestinal, la hemorragia y las lesiones por calor.

Pero durante muchos años únicamente los ginecólogos practicaron la laparoscopia y la llegaron a utilizar como herramienta terapéutica. De hecho, Kurt Semm puede ser considerado uno de los primeros cirujanos que extirparon el apéndice por laparoscopia. Además, desarrolló un buen número de instrumentos para la laparoscopia terapéutica y un dispositivo automático de insuflación controlada. Durante la misma década, Harold Hopkins, un físico de Oxford, introdujo un sistema de transmisión de luz mediante varillas, lo que supuso un gran avance. Este diseño mejoraba la vision y la resolución de las ópticas. En colaboración con Karl Storz se consiguió la producción de los laparoscopios que utilizamos en la actualidad en los quirófanos.

Durante los años 70, Hasson (14) describió la técnica de acceso a la cavidad peritoneal de manera abierta y comparó sus resultados con los obtenidos con el procedimiento ciego, que requiere la introducción de una aguja de Veress.

La contribución de lo cirujanos generales a la promoción de la laparoscopia era escasa por esas fechas. A finales de los años 70, Berci, Cuschieri y Warshaw estaban entre los pocos que comunicaban el uso de la laparoscopia como método diagnóstico en cirugía general.

EL SALTO FINAL

El salto final hasta el uso actual de la cirugía videoscópica tuvo lugar en los años 80. Eric Mühe, un cirujano alemán, realizó la primera colecistectomía laparoscópica en 1985. Poco después Mouret, en Lyon, llevó a cabo una colecistectomía laparoscópica en una paciente sometida a una intervención ginecológica, pero no la publicó. En 1988, mientras que Francois Dubois realizaba una de sus minicolecistectomías, su enfermera, Claire Jeaupitre, le comentó que la vesícula se podía extraer de la cavidad abdominal por incisiones aún menores de las que él mismo utilizaba. Tras contactar con Mouret y ver la grabación en vídeo (15), Dubois comenzó a aprender las técnicas laparoscópicas en modelos animales y realizó su primera colecistectomía laparoscópica en abril de 1988. Otros, como Perissat en Francia o McKernan en los Estados Unidos siguieron sus pasos. Cientos de cirujanos fueron a aprender la técnica directamente de los pioneros franceses y americanos, lo que dio origen a lo que es comúnmente conocido como la SEGUNDA REVOLUCIÓN FRANCESA.

Desde entonces han aparecido más procedimientos laparoscópicos. Por ejemplo, la apendicectomía laparoscópica fue realizada por primera vez por Debrock en Alemania como procedimiento asistido y la primera experiencia fue publicada por Schreiber en 1987 (16), que tiene el honor de ser el primer cirujano que extirpó un apéndice con inflamación aguda por laparoscopia. Otros atrevidos cirujanos laparoscopistas introdujeron otras técnicas: las de sutura intracorpóreas se deben a Szabo (17).

Kathouda y Mouiel describieron la vagotomía y la seriomiotomía laparoscópica, seguidos por Zucker y Bailey con la vagotomía supraselectiva. La exploración transcística de la vía biliar principal fue comunicada posteriormente por Phillips y Petelin (18). Dallemagne y Hunter (19) popularizaron la reparación laparoscópica del hiato esofágico en el tratamiento del reflujo y la hernia de hiato. E incluso los pacientes oncológicos se beneficiaron del abordaje laparoscópico. De hecho, Peter Goh (20) describió la gastrectomía laparoscópica. Actualmente, hay una gran cantidad de procedimientos que se pueden llevar a cabo por abordaje endoscópico.

La industria se vio sacudida por el terremoto de la laparoscopia. La competición por el mercado llevó al desarrollo de múltiples instrumentos y a la mejora de los sistemas ópticos. Los sistemas laparoscópicos de sutura-grapado supusieron una enorme ayuda para ampliar las opciones terapéuticas. Los sistemas robóticos de sujección de la cámara permiten al cirujano la realización de intervenciones complicadas con menos ayudantes, y la tecnología de 3D puede servir potencialmente en las técnicas quirúrgicas avanzadas.

Sin embargo, la revolución que se inició con la colecistectomía laparoscópica ha enlentecido su paso. Ahora es más difícil encontrar nuevos caminos para realizar nuevos procedimientos por vía endoscópica y obtener los mismos resultados con la vía abierta. En palabra de Nagy y Patterson (21): “Hay muchos escépticos en la comunidad quirúrgica. Sin embargo, el escepticismo parece alimentar el entusiasmo de los verdaderos creyentes en la cirugía laparoscópica…”. Sólo el tiempo lo dirá.

BIBLIOGRAFÍA

1. Semm K. Atlas of gynecologic laparoscopy and hysteroscopy. Philadelphia: W.B. Sanders, 1977.

2. Edmonson JM. History of the instruments for gastrointestinal endoscopy. Gastrointest Endosc 1991;37 (suppl):27-56

3. Belt AE, Charnock DA. The cystoscope and its use. En: Cabot H. Ed. Modern urology. Philadelphia:Lea & Febiger, 1936:15-50.

4. Gunning JE. The history of laparoscopy. J Reprod Med 1974; 12:222-226

5. Kelling G. Ueber oesophagoskopie, gastroskopie un kolioscopie. Munich Med Wochenschr 1902;1:21-24.

6. Jacobaeus HC. Ueber die möglichkeit die zystoskopie bei untersuchung seröser höhlungen anzuwenden. Munich Med Wochenschr 1910;57:2090-2092

7. Ott D. Illumination of the abdomen (ventroscopia). J Akush Zhensk Boliez 1901;15:1045-1049.

8. Kalk H. Erfafungen mit der laparoskopie. Z Klin Med 1929;111:303-348.

9. Orndoff BH. The peritoneoscope in diagnosis of diseases of the abdomen. J Radiol 1920;1:307-325.

10. Veress J. Neus instrument zur ausfürung von brust-oder bauchpunktionen und pneumothoraxbehandlung. Dtsch Med Wochenschr 1939;64:1480-1481.

11. Anderson JR, Dockerty MB, Waugh JM. Peritoneoscopy: an evaluation of 396 examinations. Proc Mayo Clin 1950;25:601-605.

12. Palmer R. Instrumentation et technique de la coelioscopie gynecologique. Gynecol Obstet 1947 ;46 :420-431.

13. Frangenheim H. History of endoscopy. En: Gordon AG, Lewis BV ed. Gynecological endoscopy. Londres: Chapman & Hall, 1988;1.1-1.5

14. Hasson HM. Open laparoscopy vs. closed laparoscopy: a comparison of complication rates. Adv Plan Prevent 1978;13:41-50.

15. Litynski GS. Highlights in the history of laparoscopy. Frankfurt: B Bernett Verlag, 1996.

16. Schreiber JH. Early experience with laparoscopic appendectomy in women. Surg Endosc 1987;1:211-216.

17. Szabo Z, Hunter J, Berci G et al. Analysis of surgical movements during suturin in laparoscopy. Endosc Surg Allied Technol 1994;2:55-61

18. Petelin JB. Laparoscopic approach to common bile duct pathology. Surg Laparosc Endosc 1991;1:33-44.

19. Hunter JG, Trus TL, Brauum GD et al. A physiologic approach to laparoscopic funduplication for gastroesophageal reflux disease. Ann Surg 1996;223:673-685.

20. Goh P, Tekant Y, Isaac Y et al. The technique of laparoscopic Bilroth II gastrectomy. Surg Laparosc Endosc 1992;2:258-260

21. Nagy AG, Patterson EJ. Laparoscopic surgery. En Zucker K ed. Surgical laparoscopy. Lippincot & Williams. 2000:1-11.

En pie para despedir a una periodista

Isabel Díez dejó de trabajar en el Hospital Clínico San Carlos el 31 de diciembre de 2015.

Se ha ido dejando un enorme vacío alrededor. Todos los hemos trabajado con ella lo notamos. Pero nos alegramos de que pueda vivir en plenitud, sin ataduras diarias, antes de que la vida decida por ella.

¿Se preguntarán quién es Isabel Díez? No es enfermera, ni médica, ni auxiliar, ni gerente, ni directora médica o de enfermería. Tampoco es gestora.

Isabel es una excelente profesional del periodismo, con una enorme experiencia de comunicación en sectores clave de nuestra sociedad, que quiso ser invisible porque sabía perfectamente dónde se juega los cuartos su profesión.

Sin título 2

Sin embargo, durante algo más de una década y sin ser noticia, ha hecho por el Hospital Clínico, por la sanidad madrileña y por los pacientes más que muchos.

Porque si hay algo importante en nuestra sociedad y en el sector sanitario es comunicar. Ya saben, «La curación empieza por la comunicación«. E Isabel Díez se ha encargado, durante el tiempo que ocupó el Gabinete de Prensa del Hospital Clínico, de que los profesionales comunicáramos con la sociedad, que explicáramos a ciudadanos y pacientes, con total claridad, lo que supone nuestro trabajo o las expectativas que de manera realista se pueden tener.

Ella, no sin esfuerzo, consiguió transformar la reputación de un centro que, hace décadas, era despreciado por «universitario» y que actualmente es valorado nacionalmente como «clínico». Al fin y al cabo, somos uno de los 10 con mejor reputación.

También he de reconocer públicamente que Isabel ha sido una excelente compañera para todos, dentro y fuera de los medios de comunicación. Personalmente, le debo gratitud infinita por cuanta ayuda me ha prestado hasta hoy. Afortunadamente, puedo seguir contando con su consejo para el futuro.

Así que, Isabel, live long and prosper!

PD: Isabel era tan invisible que me ha costado encontrar fotos suyas. Afortunadamente, apareció en el suplemento de A Tu Lado de la Razón, con el Dr. Pedro Villarroel, en la celebración de los Premios A Tu Salud 2015.

Empatía

«Empatía» es una palabra que se utiliza últimamente con mucha frecuencia, especialmente si se refiere a los profesionales sanitarios.

La empatía es la capacidad de entender (empatía cognitiva) o sentir (empatía afectiva) lo que otro ser experimenta. (RAE: Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro).

Desde que Daniel Goleman puso bajo el foco eso de la «inteligencia emocional», parece que es un «bien» ser muy empático. Tener mucha empatía aparentemente añade valor. Lo cierto es que cada vez que lo leo o lo escucho me llama la atención. Pienso «¿realmente querrán decir lo que dicen cuando hablan de empatía?»

Entre los que menos empatía tenemos, según los observadores, nos encontramos los cirujanos, que como es bien sabido somos «psicópatas sublimados que se han orientado al bien social». Aunque creo que eso también afecta a otras profesiones sanitarias (a juzgar por sus comportamientos. No por lo del «bien»).

Sin embargo, no son los psicópatas, y mucho menos los cirujanos, personas a las que les falte empatía, de manera genérica.

Un buen profesional sanitario debe tener una adecuada dosis de empatía afectiva, de compasión. Pero sin llegar a convertirse en el paciente. Ya decía El Gordo en La Casa de Dios que «enfermo es el que tiene la enfermedad».

Por otro lado, la empatía cognitiva puede ser extremadamente útil. Nos ayuda a «entender» cómo se siente el otro, a valorar sus necesidades en el contexto en el que se encuentra y a tomar decisiones de manera consensuada.

Por cierto, los psicópatas suelen tener una alta empatía cognitiva. Entienden perfectamente cómo se sienten los demás. Pero no les afecta.

¿Imaginan a un cirujano inmerso en un ataque de empatía cuando tiene medio litro de sangre en la cavidad abdominal, porque acaba de rasgar la vena suprahepática derecha?

Para leer un buen análisis de la empatía, la depresión y la sobrecarga moral, (en la que se sugiere la relación con lo sanitario), recomiendo esta entrada en el blog de Paco Traver. El sí que sabe.

Adiós 2015: Ain’t no stopping us now

Un día como hoy, el 31 de diciembre de 1995, salía del Hospital Clínico con una bolsa llena de cosas. Había terminado mi última guardia como residente en la Recuperación Quirúrgica y, a la vez, los cinco años de formación especializada. A partir del 1 de enero de 1996 me podría llamar, oficialmente, «cirujano».

Aún hoy, 31 de diciembre de 2015, recuerdo con total claridad mi recorrido hasta el coche, que estaba aparcado en Isaac Peral, casi esquina con Julián Romea. Abrí la puerta, dejé mis cosas en el asiento trasero y me senté al volante.

Antes de abrocharme el cinturón, eché un último vistazo al edificio en el que había estudiado la carrera, escrito mi tesis doctoral y completado la formación como cirujano general y del aparato digestivo. Intenté, como hago casi siempre, fijar la imagen por si nunca tenía ocasión de volver a trabajar allí. Quería llevármelo como recuerdo para siempre en la memoria.

Ya sabía cual era mi siguiente destino. El Fondo de Investigación Sanitaria del Instituto de Salud Carlos III me había concedido una Beca de Ampliación de Estudios para irme un año a Boston, al Departamento de Cirugía del Hospital Beth Israel.

Eso sí que iba a ser un gran cambio.

Nada de zonas de confort.

Empaquetar un par de maletas y marcharnos, todavía sin un apartamento alquilado. En 1996 la administración norteamericana cerró por los enfrentamientos de Clinton con el Congreso. Y cayó la famosa blizzard del 96.

Hay que recordar que en 1995 no había posibilidad de hacer visitas virtuales o alquilar un apartamento on-line. Sólo me servía la experiencia previa en la ciudad, durante la rotación como residente en 1994: una habitación alquilada en Coolidge Corner hasta que encontrara un apartamento lo más próximo posible al hospital (que luego resultaría ser uno en la torre del Children’s en la Longwood Galleria).

Me resultaba imposible predecir lo que iba a pasar. Pero pasó. Y he llegado hasta el ahora en unos 20 años magníficos. He conocido a personas extraordinarias, he visitado lugares increíbles, he tenido opciones inimaginables para estar absolutamente satisfecho con mi vida personal y profesional.

Pero ahora quiero pensar en los próximos 20 años. Y lo cierto es que el 31 de diciembre de 2035, en el mejor de los escenarios posibles, estaré jubilado.

Así que no voy a dejar pasar ni una de las oportunidades de hacer cosas distintas y que resulten interesantes. No voy a decir que no si se me presentan. Me da igual lo que me digan. Sigo dispuesto a probar y confundirme. A ensayar y rectificar. No me resignaré a pasar los próximos 20 años de mi vida viendo crecer un árbol. Salvo que me haya incorporado yo mismo al paisaje. En ese caso, no me quedará otra.

PD: Y seguiré intentando enviar el ascensor para abajo

I can’t get no..

El próximo lunes 14 de diciembre se acaba un ciclo de tres meses que, hasta donde recuerdo, ha sido el más intenso de mi vida profesional. Le he puesto nombre a esa gira que va llegando al final…. «I can’t get no…»

En estos tres meses he pasado por más de una docena de ciudades. Visitas de variable duración a Barcelona, Santiago, Bilbao, Valencia, Sevilla, Málaga, Toledo, Valladolid, Granada, Oviedo, Manchester, Dublín, Londres o Munich, entremezcladas con conferencias y congresos en Madrid o apariciones en televisión, en La Mañana, con Mariló Montero y mi «partner in crime», Alejandra Vallejo-Nágera.

Como en cualquier gira, me veo impulsado a hacer un balance de cierre. No entiendo muy bien el por qué de está necesidad interior de reflexión y análisis de lo que ha ido pasando durante este tiempo. Es una autodemanda de auditoría sobre lo que he ganado y perdido en el camino.

Claro que eso no viene sin un precio. El diagnóstico que me ha hecho un amigo radiólogo es «parálisis por sobreanálisis en un punto de incertidumbre en un obsesivo del control»

Aún así me voy a atrever, y lo primero que me pregunto es ¿por qué lo he hecho?

Y las respuestas que uno tiene para justificarse, más o menos elaboradas, suelen ser mentira. Construimos grandes discursos sobre una misión transcendente, altruista, de contribución a la sociedad. Y sí, vale. Pero en realidad, cualquiera que se ponga a trabajar tan intensamente en un proyecto así lo hace por cuestiones relacionadas con el «yo». Por el placer que produce mostrar a otros cómo mirar el mundo desde una nueva perspectiva. O por el gusto de que las ideas sean escuchadas y encuentren su lugar en el cerebro de la audiencia. Y por sentirte válido o validado, después de años de intentar escribir una historia.

Son esas pequeñas miserias de cualquier ser humano.

La siguiente pregunta que me surge es ¿cómo lo he hecho?.

Esta es más simple de responder: con organización desorganizada, incertidumbre, sacrificio personal y familiar, tiempo de no dormir y mucho mucho mucho equipo. El coste de oportunidad ha sido elevado, sin dudarlo. Porque además, durante este tiempo, le he dado vueltas a la cabeza lo suficiente como para ejecutar un deseo que llevaba arrastrando desde la adolescencia, aquel día en que cogí cuaderno y bolígrafo, y empecé a escribir una historia.

Finalmente, ¿qué he conseguido?

Pues sé lo que he perdido, que ha sido mucho, muchísimo e irrecuperable. ¿Qué he ganado? Conocer a gente interesante y escuchar buenas ideas. O algunas malas, muy malas o malísimas. También tengo un libro terminado, que puede que se publique el año que viene.

Ahora bien, si algún día tiene éxito el gran objetivo final con que me planteé esta gira de tres meses, es muy posible que no lo vea.

Tevere

“Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla”
Y se quedó tan tranquilo.

Herético.
Impenitente.
Pertinaz.
Obstinado.
Esos fueron sus pecados.

Le arrastraron por el Lungotevere.
Cruzaron por el Ponte Sisto.
Camino del Campo di Fiori.
El frío subía desde el río.
Se metía en los huesos.

Febrero.
La hoguera acabó con el frío.
Pero no con sus ideas.
Por herético.
Impenitente.
Pertinaz.
Y obstinado.

El Hospital como motor de innovación

Invitado por el Instituto de Investigación del Hospital Universitario 12 de Octubre, el día 20 de octubre de 2015 presenté algunas de las ideas que impulsamos desde la Unidad de Innovación del Hospital Clínico San Carlos sobre I+D+i y transformación del sistema sanitario.

El resumen es simple: necesitamos utilizar la innovación social, en modelo y tecnológica para pasar de una sanidad basada en la prestación de servicios a otra centrada en la producción de valor para el paciente (y para el resto de agentes involucrados en el sistema).

La innovación no es una finalidad. Sólo es una herramienta para el progreso social.