Rut, por qué me haces esto? √√
Me abandonaste, como a un pobre
animal
No tuve la culpa √√
Ya no valen las excusas
Deja este estúpido juego √√
Fui tu compañera fiel
Olvídate de mi √√
De ninguna manera
Sabes lo que te juegas? √√
Me quedé esperando su contestación durante un tiempo interminable, pero sin recibir ningún mensaje. Por más que miraba la pantalla, no había ninguna señal que indicara que estaba conectada a la aplicación. Me empezó a doler la cabeza mientras amontonaba dentro, a un ritmo frenético, todo tipo de posibles explicaciones y alternativas.
Rut, compañera fiel en hebreo, una mujer rubia, proprocionadamente alta y desproporcionamente inteligente, había sido la única persona en la que había confiado desde que coincidimos en un curso de predictive programming, nada más terminar la universidad. Sin contar con mis padres. Afortunadamente, conseguí que viniera conmigo cuando la petrolera me puso al frente de su departamento de recursos humanos en el Golfo de México. Vivimos mucho y bien, durante muchos años. Me ayudó a mantener el equilibrio cuando todo parecía tambalearse y a deshacerme de tantos hombres que no terminaban de entender que los juegos juegos son, una vez que me quitaba la peluca negra y soltaba las cadenas. Fuimos inseparables hasta justo después de aquel concierto de Alejandro Fernández en Madrid.
Bruscamente cambió. Empezó a juzgarme. Me recriminaba un estilo de vida con el que ella había sido cómplice.