Los incentivos monetarios son usados con mucha frecuencia, mucha mucha frecuencia, por políticos y gestores. Tienen el convencimiento de que así motivan a la gente para que trabaje mejor.
En la sanidad hemos tenido numerosos ejemplos: peonadas, jornadas extraordinarias, planes…
Sin embargo, la mayoría de las veces los resultados no han sido espectaculares. Incluso podría decirse que, con el paso del tiempo, han sido negativos.
En trabajos complejos, la motivación no viene de los incentivos externos. La motivación es interna. Se entronca con el deseo de los «cerebros de obra» de obtener las metas que se plantean.