Una tribuna con Mañez sobre el cambio

Aquí va una tribuna publicada en colaboración con Miguel Angel Mañez en Diario Médico en 2010. Algunas cosas han cambiado, pero no parece que a mejor.

Ejecutar cualquier acción tiene un coste de oportunidad. No ejecutarla, también. Y en sanidad, seguir como estamos sólo hará que pronto estemos mucho peor. Fundamentalmente porque para mantener el nivel de prestaciones y calidad que se proporciona ahora, sin introducir ningún cambio, tendremos que afrontar un aumento imparable en los costes y, consecuentemente, un incremento del gasto sanitario. Nos mantendremos así encerrados en el bucle producción-administración, sin ninguna capacidad para tomar una decisión de calidad que lleve a utilizar la sanidad como motor económico a través de la innovación. Mucho menos podremos integrar ésta en el aumento de la eficiencia y la productividad del sistema.

Es necesario preparar una estrategia nítida de cambio, que pueda convencer a todos los agentes de que el esfuerzo de hacer supera la comodidad de no hacer nada. Si lo dejamos todo igual, sólo conseguimos: a) seguir disfrutando de los beneficios actuales (realmente cortoplacistas), b) continuar asentando las costumbres y vicios del sistema, y c) consolidar los errores del pasado, que algunos exhiben como un triunfo. Debemos empezar a analizar punto por punto todo lo positivo que puede implicar una reforma del sistema iniciada desde abajo.

La primera reforma radical está en el ámbito político. Nada más lejos de nuestra intención que cuestionar la organización del Estado, respaldada democráticamente, pero los ciudadanos tenemos la percepción de que la organización práctica del Sistema Nacional de Salud (SNS) es ineficiente como consecuencia del marco legal.

La Ley General de Sanidad, base común para todos los servicios de salud, se percibe como un obstáculo y no como un medio para construir escenarios que funcionen. Las herramientas y estructuras que creó dicha ley ya cumplen 24 años y tal vez sea el momento de adaptarla a las necesidades de una sociedad diferente que precisa de un entorno sanitario ágil y sostenible. Hay que perder el miedo secular a modificar las leyes, ya que no son el escollo a evitar sino el eje que debe guiarnos; y más en el caso de una ley que ya está quedando claramente desfasada.

La clase político-administrativa, pese a tener claramente identificados los problemas organizativos, no ha podido elaborar soluciones reales a los problemas. Las debilidades del sistema siguen afianzándose y eso provoca que sigamos en un entorno sin fórmulas organizativas ágiles para los servicios sanitarios, sin una planificación de recursos humanos centrada en las necesidades y sin un mecanismo de incorporación de resultados de proyectos de investigación e innovación.

En un sistema basado en el conocimiento, sin información no puede haber una gestión eficiente, con todo lo que ello implica. Aunque estemos en un entorno tecnológico avanzado, nuestro sistema tiene tales defectos en la gestión de la información que, por ejemplo, ni siquiera se dispone de un registro fiable de profesionales. En la era de la comunicación, en todo el SNS resulta imposible usar y compartir herramientas interoperables, escalables y sólidas. Y lo que es peor, las actividades orientadas a su consecución por parte de los reguladores-financiadores son tímidas, lentas e ineficientes. Un buen comienzo sería el de compartir información por todos los servicios de salud, que sea pública, que se utilicen criterios idénticos en todo el país y que se asiente una cultura de transparencia en el sistema. Sin embargo, ¿estamos realmente preparados para ello?

Profesionalizar la gestión
Además, no se puede seguir utilizando a los gerentes como piezas políticas. La profesionalización de la gestión sanitaria es otra reforma necesaria. Las consejerías deben confiar en sus técnicos, hacer benchmarking y olvidarse de la microgestión porque es un vestigio de una administración obsoleta y la base de la desconfianza de los profesionales sanitarios.

Habría que desarrollar planes estratégicos que permitan la armonía de gestión y que proporcionen a los gestores las coordenadas de referencia para ser valorados, objetivamente, mediante indicadores adecuados para los objetivos propuestos. Si queremos exigirles resultados, es fundamental permitir cierto margen de actuación, proporcionar herramientas de gestión potentes y en el marco de una estrategia clara promover la competencia entre centros, la comparación y el intercambio de experiencias. Sin esas medidas es imposible una evolución de las organizaciones: cambiar desde la cultura proteccionista a una cultura de responsabilidad.

Según datos recientes, en los países occidentales los médicos ocasionan, directa o indirectamente, el 90 por ciento del gasto sanitario. ¿Qué les impide controlarlo? Múltiples factores influyen en la ineficiente toma de decisiones: la falta de formación adecuada, una deficiente gestión de la información, la desconfianza en los niveles políticos y gestores, la ineficiencia de la Administración, la presión por pares, la presión social, el marco jurídico inadecuado, la desmotivación y el auge de la medicina defensiva, entre otros.

Intereses individuales y colectivos
Además, las organizaciones corporativas profesionales deben aprender a alinear los intereses individuales con los beneficios colectivos, ya que es fácil que estos últimos se diluyan. Sólo de esta forma pueden llegar a un grado de responsabilidad tal que les permita hacer una reflexión colectiva y promover cambios que, a medio y largo plazo, impliquen un escenario mucho más sostenible en el sistema sanitario.

Así, tanto desde un punto de vista individual como colectivo, la última reforma radical pasaría por conseguir un compromiso global de los profesionales con la eficiencia y la calidad. Para ello es necesario desarrollar tres ejes fundamentales: formación, desarrollo profesional vinculado a la estrategia global del sistema de salud e implicación en la gestión de sus instituciones sin cometer los errores ya conocidos del National Health Service.

Continúan surgiendo iniciativas que plantean análisis y propuestas sectoriales de reforma, pero se hunden en la timidez frente a la radicalidad. Ya tenemos experiencia del resultado de intentar evitar el pánico en épocas de crisis y ha salido una tragedia griega. Parafraseando a Einstein, en sanidad «insanity is doing the same thing over and over again expecting a different result«.

Con las flechas en la espalda

Ya se sabe, los innovadores son individuos que van por delante buscando caminos. Las rutas pueden ser caminos sin salida. O nuevas vías para llegar a un nuevo continente.

No hacer lo que hace la mayoría tiene sus peligros. Pero hacerlo también. Por eso, cuando la mayoría asume la visión del innovador, es momento de que cambie.

En realidad, ese grupo de innovadores representa entre un 2% y un 3%. Y a mi me ha salido la media.
De todas maneras y más allá de la discusión del dato, lo importante es liberarse y seguir avanzando.

Google sigue jugando a los médicos

Una de cada diez preguntas realizadas en el buscador de Google tiene que ver con la salud (o la enfermedad). Así que es imposible que la compañía no vea una oportunidad de negocio en el asunto.

Tal como informa Los Angeles Times, Google parece estar dedicándose a responder mejor a esas preguntas.

¿Cómo?

Han montado un equipo de médicos que se ha dedicado a recopilar, procesar y revisar información médica que se presentará a través del Knowledge Graph Panel para servir como orientación a los usuarios. Además, proporcionará vínculos con páginas médicas de instituciones de prestigio.

Para empezar, la herramienta estará pronto disponible en inglés. Y de nuevo Google no puede evitar la referencia a la expresión «empoderar al paciente».

Según la RAE, empoderar es «hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido». Pero el modelo sigue siendo el mismo. Más madera.

La crisis de los costes sanitarios

Kaplan y Porter analizaron el problema que subyace en la crisis de los costes sanitarios.

Básicamente, el asunto no radica en el envejecimiento de la población o en el mayor uso de tecnología más costosa. Lo que ocurre es que nos hemos pasado la vida midiendo lo incorrecto de manera incorrecta. De entrada, no atribuimos un significado correcto a la palabra «coste».

Para solucionarlo, hay que empezar por considerar los problemas completos, asignando costes a los «outcomes», a los resultados. Y entonces entramos en el concepto de «valor»

Libby Zion: la chica que murió dos veces y cambió la medicina americana

Como siempre, todo este interés público y mediático por las implicaciones en la seguridad de los pacientes empezó en Estados Unidos y más concretamente en Nueva York, por el afamado caso de Libby Zion: la tragedia que cambió la medicina norteamericana.

Libby era una “american princess” de 18 años, en su primer año de college, con una historia de depresiones y un consumo habitual de cocaína, en volúmenes superiores a la cantidad que circula en muchos bares de copas un jueves por la noche en Madrid.

Pero sobre todo, lo que resulta más importante para sus efectos sobre el caso, es que su padre era Mr. Sidney Zion, uno de los periodistas y abogados más afamados de la ciudad.

Libby murió en la mañana del 5 de Marzo de 1984 en el New York Hospital y eso desató una batalla legal de la que fuí testigo durante una rotación como residente de 4 año en Boston.

Ya saben que Court TV gusta de transmitir estos juicios en tiempo real.

El juicio se inició en el otoño de 1994, y según pude ver por la televisión por cable, los abogados de la acusación del caso Zion vs. New York Hospital basaban sus argumentos en que la muerte de Libby fue causada por el cansancio de la residente de guardia (Dra. Weinstein), cuyo error fue la administración de un calmante (Demerol), aparentemente contraindicado en una paciente en tratamiento con un antidepresivo (Nardil).

La verdad es que Libby había mentido sobre la medicación que estaba tomando y sobre su consumo de cocaína justo antes de su ingreso. Por otra parte, su «primary care physician» no fue capaz de transmitir correctamente las medicaciones que había prescrito a la paciente y, por supuesto, la residente no tenía toda la supervisión que hubiera sido de desear (su supervisor era el R2, Greg Stone).

El 6 de Febrero de 1995, el jurado determinó que el New York Hospital no era responsable de la muerte de Libby, la cual había mentido manifiestamente a los médicos a su ingreso. Sin embargo, tres médicos fueron declarados culpables de negligencia y responsables de la muerte, al 50% con la fallecida. Por ello, se debían pagar $750.000 a la familia Zion por su dolor y sufrimiento .

El 1 de Mayo de 1995, el juez desestimó la conclusión del jurado sobre la responsabilidad al 50% de Libby en su muerte porque habían recibido pruebas sobre su consumo de cocaína de manera inadecuada. Y, finalmente, en 1997 se redujo la indemnización a $350.000.

Desde el punto de vista de los residentes, el caso Zion fue la chispa que inició el debate sobre la forma en que se realizaba su entrenamiento en los hospitales norteamericanos y las repercusiones sobre la seguridad de los pacientes. El estado de Nueva York reguló las horas de trabajo de los residentes con la llamada «Libby Zion law«.

Dicho esto, hay que recordar que el límite de horario actual de los residentes en USA es de 80 horas semanales…

Nota: Sidney Zion murió en 2009, de un cáncer de vejiga

El Doctor N y la enfermedad

Hoy he estado en mi hospital. Como usuario. Mejor dicho, acompañando a un usuario. Soy de MUFACE, pero elegí la sanidad pública. No pretendo explicar el porqué. Me llevaría una entrada exclusiva.

Mientras esperábamos para la filiación ante el mostrador de Urgencias, me he dado cuenta de que por la puerta entraba un conocido. Iba acompañado de su mujer.

– Hola Doctor N. ¿Qué tal estás?

– Me acaban de dar de alta – me ha respondido – Me operaron de un cáncer de próstata hace dos años. Luego de una eventración. Pero me acaban de dar de alta. Me han puesto una malla porque estoy incontinente. Me meo encima. Llevo pañales. Vengo a que me den un justificante.

– ¡Vaya! Es decir, que desde que te jubilaste…

– Pues sí. Nada más jubilarme empecé a tener problemas, y ahora se me ha olvidado que tuve un cáncer. Lo único que me preocupa es la incontinencia.

– Deberías quitártelo de la cabeza. No puedes hacer que eso sea toda tu vida ahora.

– Te has dado cuenta, ¿no? – ha apuntado su mujer, con cierta expresión de desesperación

– No puedo. Me preocupa tanto que el cáncer se me ha olvidado. Me gusta viajar, salir, entrar, y con la incontinencia me siento discapacitado socialmente. Ahora me planteo que me tenía que haber jubilado antes.

No sabía bien que decirle. Así que me he sentido aliviado cuando he oído mi apellido.

– Bueno, Doctor N. Te dejo que nos llaman. Dale un poco de tiempo a la malla que te han puesto. Mejorarás…

En el último siglo hemos sido excelentes reduciendo la mortalidad y aumentando la supervivencia. Pero no tan buenos en la morbilidad o en la discapacidad.

No hemos sido demasiado buenos escuchando los problemas de nuestros pacientes. Seguimos convencidos de que retrasar la muerte es tan valioso que todo lo demás queda en un segundo plano. Un gran error.

La transformación necesaria

«Fe sanitaria: dícese de la creencia incondicional en que los resultados obtenidos en ensayos clínicos aleatorizados sobre una intervención sanitaria son exactamente equivalentes a los que se obtienen con la misma intervención en el mundo real»

Un sistema que quiere afrontar nuevos retos tiene que cambiar. No puede ofrecer otros resultados que no sean los ya que ofrece si no cambia el modelo, la tecnología y la sociedad.

Los sistemas sanitarios no se diseñaron. Se construyeron a partir del ejercicio de la medicina, una profesión liberal, en la que el servicio prestado por el profesional era el valor y en el que la lucha por retrasar el momento de la muerte era el objetivo.

En las sociedades occidentales hemos conseguido retrasar significativamente la muerte, un resultado bastante fácil de medir. Basta con contar años. Sin embargo, otro de los resultados clave, la discapacidad, no conseguimos medirlo con precisión.

Seguimos sin definir el destino al que queremos llegar. Y corremos como pollo sin cabeza. Además, no medimos los resultados, lo que hace imposible comparar los resultados esperados (según la Medicina Basada en la Evidencia) con los resultados en el mundo real. No sabemos donde fallamos, donde nos equivocamos, porque no hemos definido lo que queremos conseguir.

Por todo ello, la transformación es algo más que necesaria. Es imprescindible.

Transformación sanitaria: la salud en los tiempos del big data

Sin título

Que dice Zek Emanuel que la reforma sanitaria en Estados Unidos triunfará gracias al «big data»

Para nosotros, en la Unidad de Innovación del IdISSC, la transformación sanitaria sólo se desarrollará si conseguimos innovar en:

1. Modelo

2. Tecnología

3. Sociedad

Los datos, aplicados sobre el modelo correcto, nos permitirán responder a las preguntas de los tres actores principales del sistema: pacientes, profesionales y gestores.

Pero siempre tenemos que recordar que si no cambiamos el modelo no podremos hacer preguntas inteligentes, ni entender si los resultados esperados (calculados según los resultados experimentales de la Medicina Basada en la Evidencia) se corresponden con los resultados reales de los sistemas sanitarios.

AMI-4EUROPE

Entre los meses de octubre de 2010 y 2013 desarrollamos el proyecto AMI-4Europe, financiado a través de una convocatoria de «Regions for Knowledge» dentro del Séptimo Programa Marco de la Comisión Europea.

Veintidós grupos de seis países trabajamos durante ese tiempo para definir y desarrollar la nueva generación de imagen médica. Y simultáneamente, contribuimos a la creación de dos «clusters» de tecnología biomédica en Rumanía y Bosnia-Herzegovina.

El trabajo de estos grupos lo coordinamos científicamente desde Madrid (Hospital Clínico San Carlos) y Hannover, mientras que la coordinación general del proyecto la llevó a cabo MadridNetwork.

El resumen ejecutivo final, así como el acceso a todos los «entregables» se puede encontrar en CORDIS.

EHR or HER

The more I use EHR the less I understand HER

The EHR I know is an isolated system with little intelligence. Sometimes NO intelligence whatsoever. After many meaningful interactions with smart people, entering meaningful data, all you get is… text? a pdf? some sloppy report?

ehr

It is not a technological problem. It is not that healthcare professionals don’t understand their needs. It is not that EHR initiatives are underfunded.

The real issue stems from the complete disconnection between EHR companies and healthcare systems. Two worlds apart, not only for start-ups. Also for EHR giants…

Sin título

And physicians keep on complaining