Empatía

«Empatía» es una palabra que se utiliza últimamente con mucha frecuencia, especialmente si se refiere a los profesionales sanitarios.

La empatía es la capacidad de entender (empatía cognitiva) o sentir (empatía afectiva) lo que otro ser experimenta. (RAE: Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro).

Desde que Daniel Goleman puso bajo el foco eso de la «inteligencia emocional», parece que es un «bien» ser muy empático. Tener mucha empatía aparentemente añade valor. Lo cierto es que cada vez que lo leo o lo escucho me llama la atención. Pienso «¿realmente querrán decir lo que dicen cuando hablan de empatía?»

Entre los que menos empatía tenemos, según los observadores, nos encontramos los cirujanos, que como es bien sabido somos «psicópatas sublimados que se han orientado al bien social». Aunque creo que eso también afecta a otras profesiones sanitarias (a juzgar por sus comportamientos. No por lo del «bien»).

Sin embargo, no son los psicópatas, y mucho menos los cirujanos, personas a las que les falte empatía, de manera genérica.

Un buen profesional sanitario debe tener una adecuada dosis de empatía afectiva, de compasión. Pero sin llegar a convertirse en el paciente. Ya decía El Gordo en La Casa de Dios que «enfermo es el que tiene la enfermedad».

Por otro lado, la empatía cognitiva puede ser extremadamente útil. Nos ayuda a «entender» cómo se siente el otro, a valorar sus necesidades en el contexto en el que se encuentra y a tomar decisiones de manera consensuada.

Por cierto, los psicópatas suelen tener una alta empatía cognitiva. Entienden perfectamente cómo se sienten los demás. Pero no les afecta.

¿Imaginan a un cirujano inmerso en un ataque de empatía cuando tiene medio litro de sangre en la cavidad abdominal, porque acaba de rasgar la vena suprahepática derecha?

Para leer un buen análisis de la empatía, la depresión y la sobrecarga moral, (en la que se sugiere la relación con lo sanitario), recomiendo esta entrada en el blog de Paco Traver. El sí que sabe.

Surgery is an obsession that cuts both ways…

Pero la frase continúa: …”but passion and deception slice straight through the heart”.

Me he permitido manipular el siempre impactante slogan de una serie televisiva de Ryan Murphy – Nip/Tuck – para reflejar lo que la Cirugía supone para algunos, ¿o para todos?, de los que nos dedicamos profesionalmente a su ejercicio.

Efectivamente, la Cirugía es una obsesión con un filo muy fino. Y doble. Marca a todo el que se acerca, para bien o para mal. Después nadie sigue siendo el mismo.

Hace algunos años, durante un fin de semana, leí un par de artículos muy interesantes en EP[S], uno de ellos sobre los impostores de la Ciencia y otro sobre los Cirujanos Españoles – quizás alguna mente ”torturada” pueda ver cierta intención maquiavélica en el orden.. ”Your secret is safe with me”-.

De los muchos asuntos que Milagros Pérez Oliva aborda en su artículo, el que me más me interesa últimamente es el de las cirujanas. Será porque trabajo y colaboro con muchas en mi centro, y de vez en cuando he oído cosas con las que no estoy de acuerdo, en absoluto.

¿Son las cirujanos mujeres diferentes a los cirujanos hombres? Me han formulado muchas veces esa pregunta. En algunas ocasiones me ha parecido creer que la cuestión llevaba implícita una afirmación ulterior: “y mejores”. Para mí la respuesta está clara. La verán en la formulación de la pregunta. El sexo es sólo un adjetivo al sustantivo “cirujano”. Por supuesto que el sexo influye en la elección de la especialidad, eso dicen algunos datos (Monleon Moscardó PJ y cols. Acta Esp Psiquiatr 2003; 31:24-30). Pero una vez elegida, todos experimentamos el mismo doble filo.

Primero, en la elección de la especialidad. Se supone que los hombres preferimos la profesión porque estamos “programados o entrenados” para sacrificar nuestras responsabilidades familiares, de pareja, etc, tal como precisa una profesión como ésta. Pues bien, Rosanne Spector del Stanford University Medical Center entrevistó a estudiantes norteamericanos sobre sus elecciones de especialidad. El “sacrificio” era un requisitio aceptable para todos los que deseaban elegir una especialidad quirúrgica. Incluso UNA estudiante llegó a decir “Hay cámaras de vídeo para ver a tus hijos [crecer]” (www.medicalnewstoday.com)

¿Y durante el entrenamiento como residentes? Esto si que es interesante. McGreevy y Wiebe del Departamento de Cirugía y de Psicología de la Universidad de Utah en Salt Lake City (Am J Surg 2002; 184:121-125) encontraron que hay más diferencias en los rasgos de personalidad entre las residentes y las mujeres de la población general que entre los residentes y los hombres de la población general. De hecho, y lo escribo literalmente para que no haya dudas sobre la traducción “The striking finding in this study is the fact that male and female surgical residents differ from the general population in the same traits in the same direction.”

Por último, existe una cierta presunción sobre la diferente influencia de la vida privada en la satisfacción profesional de cirujanas y cirujanos. ¿Verdad o mito?….Si a las mujeres se les pregunta por su satisfacción profesional, olvídense, los asuntos privados no son un problema prioritario. La satisfacción profesional de las cirujanas en Austria, por ejemplo, depende de la organización del departamento, de su volumen de casos y de tener que estar de baja maternal (Arch Surg 2004;139:1208-1214).

Ahora espero que comience el debate. Les aseguro que lo estoy deseando

De egos, cirujanos e ideas suicidas.

No es infrecuente escuchar conversaciones sobre el ego de los cirujanos. Parece que es una característica que ha saltado más allá de los límites del sector sanitario.

Incluso hay quien ha utilizado popular y cinematográficamente el «complejo de dios«, reflejado en el personaje que Alec Balwin encarnaba en la película Malice.

En algún caso he llegado a comentar que los cirujanos somos «psicópatas sublimados», para los que se ha encontrado una misión social. Porque estaremos de acuerdo en que se necesita algo especial, mucho más que el mero entrenamiento, para decidir en la juventud que quieres sacrificar tu vida en horas de estudio, noches de insomnio y fines de semana de práctica para «cortar» a tus congéneres en pequeños trozos con la promesa futura de que mejorarás su vida.

Pero no es justo. Primero porque los cirujanos no somos los únicos que tenemos un ego desmesurado. Y segundo, muchos de nosotros, la mayoría, somos capaces de elaborar y superar la enorme carga que nuestra profesión nos trae.

Aún así, nuestros comportamientos son complejos y han dado origen a numerosos reflexiones académicas sobre nuestra necesidad de control, certidumbre y la tendencia a la «paranoia».

Al final, pese a nuestro ego, un estudio de 2011 entre cirujanos norteamericanos encontró que 1 de cada 16 cirujanos encuestados había tenido ideaciones suicidas en el año previo.

Quiero ser cirujano

«¡Yo sólo quiero ser cirujano! Me he visto todos los capítulos de Anatomía de Grey»

El otro día, mientras evaluábamos a los candidatos a internos del Servicio de Cirugía del Hospital Clínico, una alumna nos dijo eso.

Entonces me surgió una pregunta ¿Qué es ser cirujano?. ¿Qué hace que alguien quiera ser «cirujano»? ¿Es una especie de alteración de la personalidad que conduce al deseo de ayudar a los demás cortándoles en trocitos?

Otros dos estudiantes nos dijeron que se veían como cirujanos porque a ellos les gustaba hacer cosas con las manos.

¿Son las manos? ¿Es el cerebro? ¿Es la pasión por la adrenalina?. ¿Es todo eso? ¿o nada de lo anterior?