Historia Clínica Electrónica: ¿qué apostamos?

Los médicos norteamericanos quieren una historia clínica electrónica que funcione. De hecho, según cuenta el presidente de la American Medical Association, Steven J. Stack, los sistemas de historia clínica electrónica son la primera causa de frustración entre los médicos en activo en USA.

La encuesta de Medical Economics de 2014 demostró esa insatisfacción.

Parece que la promesa de un sistema sanitario sin papeles no funciona. Ni siquiera tras el espectacular «estímulo» keynesiano que Obama lanzó en USA. No es que los médicos quieran volver al papel. Lo que no quieren es seguir sufriendo por sistemas computarizados que no les ayudan.

¿Sería interesante conocer la opinión de los médicos españoles (Primaria y Hospital) sobre sus sistemas de historia clínica electrónica?

Si no vamos a hacer nada, salga el resultado que salga, mejor ni intentarlo.

Sabemos lo que queremos

Existen intervenciones quirúrgicas que no son dolorosas. Que no sangran. Que no producen infecciones postoperatorias.

Hay intervenciones quirúrgicas que se producen sobre el cuerpo digitalizado de cientos, de miles, de millones de pacientes que pasaron por nuestras consultas, urgencias, hospitalización, quirófano, y nos dejaron su información para que aprendiéramos.

Es una obligación extraer conocimiento de los datos digitalizados de nuestros pacientes para ofrecerles una asistencia sanitaria de valor. Es decir, con la maxima efectividad, el menor daño, a un coste ajustado, en un tiempo adecuado y sin consumir más energía de la necesaria.

Medicina transparente

Todos los países occidentales han llegado a un consenso, casi unánime, sobre el problema sociosanitario que el envejecimiento progresivo de sus sociedades y la cronificación de algunas enfermedades supone. Y parece que todos también han llegado al acuerdo de que una nueva forma de asistencia sanitaria, a través de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), debe ser la solución.

Muchos médicos (entre los que me encuentro), ingenieros, tecnólogos y empresas tecnológicas han apuntado en sus agendas el mensaje y se han lanzado a producir soluciones de telemedicina y mHealth: web 2.0, mHealth, apps… De hecho, la Comisión Europea propone convocatorias del Horizonte 2020 que refuerzan ese estado de opinión.

Pero imaginen un mundo futuro en el que personas de cualquier edad, pero especialmente mayores de 40 años, no necesiten ir a un centro sanitario. Sólo tendrían que decidir entre unas miles de aplicaciones móviles cuál es la mejor para su una, dos, tres…cinco enfermedades crónicas.

Y con esas apps se pasarán gran parte de su tiempo de vigilia “picando datos” y esperando algún sonido, parpadeo o destello que anuncie la gloriosa llegada de una interacción por parte de su proveedor de servicios sanitarios. Mientras, la posición inclinada del cuello, que es imprescindible para poder leer el smart phone o la tablet, desencadenará una nueva epidemia de dolores de espalda.
Claro que eso no puede ser. Ese futuro no se va a producir. El diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad basados en TICs debe atenerse a una premisa fundamental: debe ser transparente para el enfermo.

Si interferimos en exceso con la vida de los pacientes y les convertimos en esclavos de la tecnología, no fomentaremos una sociedad más sana sino más enferma.