¿Qué es ser un buen médico?

Día tras día, año tras año, seguimos preguntándonos ¿qué es un buen médico? ¿cómo se le reconoce?

Mis reflexiones en un podcast que ya ha sido escuchado más de 7.000 veces

Inocencia interrumpida

Cada vez que llegan las epidemias de gripe, especialmente cuando coincide con otros factores estacionales (las vacaciones), la inocencia del sistema se interrumpe.

La presión que sufren las personas, las reglas de funcionamiento y los recursos (los tres elementos que componen el sistema) hace que nos empecemos a preguntar qué está mal. Y ahí surge el dilema: ¿la culpa la tiene o no la tiene el usuario?

Este tuit encendió la mecha.

El debate sobre el uso de los dispositivos del sistema sanitario (Urgencias hospitalarias, Urgencias de Primaria, Consultas y demás) está siendo interesante. Incluso Jose Antonio Plaza (@Plaza_Bickle) se ha hecho eco del debate en Diario Médico.

Haciendo una simplificación muy propia de una mente simple como la mía, la solución es «O el usuario se adecúa al sistema o el sistema se adecúa al usuario».

Recordemos brevemente el esquema de funcionamiento de un sistema nacional de salud tal como originariamente publicó el NHS Scotland

Es decir, se construye un sistema de prestación de servicios (orientado, cómo no, a dar servicios) para facilitar el acceso. ¿Qué parte no entendemos?

Conclusión: O se transforma el sistema o el usuario siempre va a creer que su demanda de servicio es adecuada.

En la Semana de San Carlos, 25 de 230 años no son nada.

El pasado día 3 de Noviembre, junto con un gran número de compañeros y colegas del Hospital Clínico, recibimos el reconocimiento por haber cumplido 25 años de trabajo en la institución.

Entré como residente en 1991, y salvo por algo más de un año que estuve fuera, como «fellow» en el Beth Israel Deaconess Medical Center de Boston, han sido 25 años increíbles.

Confesaré que llegué al Hospital como estudiante por sorteo. En segundo curso se hacía una loteria para la distribución de estudiantes en los distintos hospitales afiliados a la Universidad Complutense. Y no tuve opción, cuando llegó a mi apellido, el Clínico era lo único que quedaba. No podía saber entonces lo que pasaría después.

No tengo ninguna tradición médica en la familia. De hecho, tampoco universitaria. Soy el primero que se benefició de la «escalera social» que apareció como consecuencia del regimen del 78. Y así conseguí ser primero estudiante, luego residente, posteriormente facultativo especialista, jefe de sección y, ahora, director médico.

No puedo atribuirme mucho mérito, salvo la perseverancia y la micro-ambición, como dice Tim Minchin. Lo demás se lo debo a compañeros, colegas, maestros, jefes, estudiantes, mentores, amigos y, sobre todo, a mi familia. Por encima de todo. Yo soy su producto. Y a mi juicio, no salí del todo mal. ¿Qué voy a decir yo?

Un honor y un privilegio ser del Clínico. Un honor y un privilegio, junto con todos los demás, ser el Clínico. Un lugar de personas, para las personas. No seremos el mejor hospital del mundo, pero esperamos ser el mejor hospital para nuestros pacientes, y para todos los demás.

En la Semana de San Carlos, 25 de 230 años no son nada.

Posverdad, ciencia y medicina

Ayer jueves 6 de julio de 2017 participé en la jornada de MEDES para hablar sobre el impacto de la ciencia e-compartida en la práctica clínica.

Sinceramente, no tenía muy claro a qué se podía referir el tema de mi conferencia, así que aprovechando que mi rector se había referido a la posverdad y la ciencia, intenté provocar con un discurso que mezclara la posverdad, la ciencia médica y la práctica de la medicina. Y me parece que lo conseguí.

Empezaré por las definiciones para ver si nos ponemos de acuerdo.

Ciencia médica: cuerpo de conocimiento relativo a la salud y la enfermedad generado por el estudio del ser humano y su entorno mediante la aplicación de la observación y la experimentación de acuerdo con el método científico

Medicina: profesión dedicada a diagnosticar, tratar y prevenir las enfermedades

Posverdad: situación en la que la creencia es más importante que los hechos.

Y dicho esto, dejo que Dan Ariely haga el trabajo duro: pensar y contar los hechos.

¿Cómo lo vas a hacer?

Puede que lo que voy a contar a continuación suene arrogante. No es mi intención, aunque algunos no me crean. Intento, únicamente, reflexionar por escrito sobre por qué uno es lo que es y no otra cosa.

Mi interés por conocer Estados Unidos viene de lejos, desde mi adolescencia, cuando planeaba cómo me gustaría desarrollar mi carrera profesional. Pero según fui cumpliendo años, la motivación cambió. No quería conocer USA para quedarme, sino para que mi criterio no dependiera de lo que los demás me contaran.

Porque la gente te cuenta, con mucha frecuencia, cómo es Estados Unidos sin haber puesto un pie allí. Se forman una opinión global, sobre la costa este, la oeste, el medio oeste o todos los estados, por lo que han visto en el telediario, han leído en los periódicos y, más frecuentemente, por lo que les ha contado alguien que ha estado allí, bien sea un primo, una sobrina, o el vecino de su cuñada.

Con suerte, alguien ha leído algunos de los relatos de Elvira Lindo desde Nueva York.

No infrecuentemente tengo que escuchar que los norteamericanos son infantiles, hipócritas incultos, arrogantes, prepotentes…

No comparto esa opinión. En absoluto.

En mi caso, tuve suerte. Mucha suerte. No suele ser común que uno pase de un colegio de San Blas a ser «fellow» de la Facultad de Medicina de Harvard, primero, y afiliado del MIT, después. Tampoco que en medio pase, como investigador visitante, por varios hospitales de ambas costas y el medio oeste. Y todo ello gracias a la financiación pública que, aunque no muy abundante, recibí a través del Instituto de Salud Carlos III o de la Comunidad de Madrid.

Lo primero que esta exposición a la cultura norteamericana me ha generado, sin ser protestante, es un sentimiento de «giving back», de obligación de devolver a la sociedad parte de lo que he conseguido a cambio de lo que me ayudaron.

Sin embargo, pese a lo que me he beneficiado de ser un «hiperadaptado al sistema», hay una crítica a nuestra sociedad que no me puedo ahorrar. Se refiere a la pobre cultura de apoyo a los más jóvenes, a los que intentan hacer proyectos novedosos, que amenazan con romper el status quo.

Siendo Estados Unidos un país con sus imperfecciones, sólo hay que mirar a su actual presidente, su cultura académica de progreso es envidiable. Cuando alguien tiene una idea nueva por la que siente pasión e intenta buscar ayuda de otros, la respuesta inicial no es un «¡NO, eso no se puede!, sino más bien un «¿Cómo lo vas a hacer?». Y es una pregunta sincera, no hipócrita.

Por eso, por esa sana envidia que siento a veces, me gustaría ver que cuando alguien joven defiende una idea nueva le contestáramos con un «cómo lo vas a hacer» y con un nuevo y frustrante «no, eso no es posible».

No me digas no

Cuando era pequeño, me dijeron que nunca llegaría a estudiar en la universidad.

Cuando estaba en el colegio, me dijeron que nunca llegaría a estudiar medicina.

Cuando estudiaba medicina, me dijeron que nunca llegaría a ser cirujano.

Cuando me formaba como especialista, me dijeron que nunca llegaría a trabajar en Harvard.

Cuando era cirujano, me dijeron que no llegaría a profesor.

Cuando era profesor, me dijeron que nunca llegaría al MIT.

Durante toda mi vida todo el mundo me ha dicho que nunca llegaría a nada…

No puedo aceptar la idea de que no compartiré mi vida con las personas que amo.

Se acaba 2016: relájate y disfruta

Se acaba el año. Es el último día de 2016. Los últimos días de todos los años son una convención, porque todos los días son el último de las 364 jornadas anteriores. Pero claro, nosotros nos referimos al tiempo que nos afecta; un ciclo; un bucle, para ser precisos.

Fiesta tras fiesta, vamos soñando con que el próximo bucle sea mejor que el anterior. Maldecimos un año, un número, porque a lo largo de él han desaparecido seres que hemos querido. Pero eso viene pasando desde siempre. Es poco probable que dentro de 200 años sigamos estando ninguno de los que estamos sobre la superficie del planeta hoy.

Tampoco se han cumplido todos nuestros planes. ¿Y qué? Pues nada, no pasará nada que no tenga que pasar. Sea lo que sea.

«Resistance is futile» decían en Star Trek.

Vamos a relajarnos y disfrutar.

Se aproxima 2017

Se va acabando 2016 y muchos tenemos la tentación de mirar al pasado y planear el futuro. Parece que los ciclos nos empujan a esos ejercicios, aunque con cada vuelta de espiral cambiamos. También se transforma el mundo en que vivimos.

He perdido mucho en 2016. He perdido un año de vida. Y he ganado también; un año de experiencias.

¿Compensa? No, nunca compensa, porque la vida es un juego de pérdida. Parecemos lo mismo, pero somos diferentes.

Uno está aquí, solo o acompañado según el momento, para ir descubriéndolo; o creándolo; o destruyéndolo.

El Dr. Klint volverá a las andadas. Meralgia aparecerá en escena. Y se juntarán en la Comisión del Dolor….

Londres

Acabo de pasar dos días en Londres, participando en un simposio internacional sobre el tratamiento del cáncer de recto en el University College London. Hace poco más de un mes que hice otra breve visita al Royal College of Surgeons of England, teníamos la reunión de invierno del consejo del British Journal of Surgery.

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Y no me canso de volver, ni tengo palabras suficientes para expresar lo que siento cuando estoy allí. ¿Cómo Stendhal en Florencia? Diferente, pero no menos intenso.

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Seguro que tengo una fijación con el West End londinense desde adolescente. Para ser más preciso, desde que en 1977, hace casi 40 años, lo visité por primera vez con un grupo de compañeros de colegio, que habíamos pasado un mes estudiando inglés en Southport. Don Angel, nuestro profesor de inglés, nos había transmitido su pasión por la capital de la «pérfida Albión». Era tal el ambiente, que en una esquina de Hyde Park la gente se subía en un cajón y hablaba sin problemas, de lo que le diera la gana, ante una audiencia que podía rebatirle, quedarse en silencio o marcharse. Le llamaban el «Speakers´ Corner«.

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Las experiencias que se tienen a los catorce años o se olvidan o se quedan grabadas en la memoria, para siempre en ambos casos. A mi, lo que me hizo sentir la ciudad no se me olvidó. Tampoco se me ha olvidado el valor de Don Angel, nuestro profesor de inglés, que osaba aventurarse con un grupo de menores por Londres. Hoy sería inconcebible.

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Yo era un crío desproporcionadamente tímido, que a diario no se dedicaba a otra cosa que a estudiar; y entrenar en la piscina cubierta de 25 metros en invierno; y a entrenar en una piscina de 33 metros en verano, mañana y tarde. Todos los días de la semana.

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A mediados de los 70, ir por la tarde a «la Conce» era encontrarse con una manifestación día sí y día no, con los grises, con sus cascos blancos, corriendo porra en mano detrás de gente, sin motivo aparente. O al menos para mi. Aún siendo adolescente, uno empezaba a tener una cierta conciencia política. Y social.

Andar suelto por Londres, con amigos de mi edad, entrando y saliendo sin ningún control y comunicándonos en un idioma «estudiado», era la libertad mayor que nadie de mi generación podía soñar.

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Londres resultaba después de todo no sólo una ciudad espectacular, sino la materialización de la libertad absoluta para un tímido adolescente que crecía en un barrio pobrísimo, en el transitorio Madrid de los 70.

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Ahora, casi 40 años después, todo ha evolucionado. Pero, para mi, un cincuentón, sigue siendo la más hermosa representación de la libertad y el progreso.