Smartphones en el quirófano

No es fácil hacer entender a las personas que están en el quirófano lo que me molesta el sonido de un teléfono. O el de los mensajes que llegan a los smartphones.

Las distracciones electrónicas pueden llegar a convertirse en un problema de seguridad para el paciente. Por eso me surgen las siguientes preguntas:

¿Debe prohibirse introducir smartphones en el quirófano?
¿A todo el mundo?
¿Está justificado que todo el personal del quirófano entre con el teléfono en el bolsillo?
¿Encendido?
¿Que lo saque para mirar?
¿Que conteste un mensaje?
¿Que conteste una llamada?

La chica de Copacabana

A Hitchcock le perdía la curiosidad. Miraba siempre por su ventana indiscreta. A mi me encanta echar un vistazo por la mía.

Miren si no la foto que encabeza esta entrada. La chica de Copacabana.

¿Qué ven?

Una pensativa belleza brasileña vestida de negro, mesándose el cabello. Lo primero de todo. Pero pasan muchas más cosas en esa fotografía.

Un tipo con camiseta blanca y pantalón pirata gris camina por el paseo mientras habla por un teléfono móvil.

Otro mira para atrás a la búsqueda de alguien. Una pareja se besa en el borde entre la arena y el paseo marítimo.

Dos mulatos en bañador se encaminan hacia el mar. Una mujer en shorts y con una gorra roja parece hablar con otra persona oculta tras una farola y que lleva de la mano a un niño con un suéter carioca…

Les anuncio que el tipo de camiseta blanca y pantalón pirata gris se dirige al encuentro de una mujer morena, con gafas, y una cortísima falda blanca que fue el motivo de una entrada hace algún tiempo…

Pero en esa foto, en ese momento, pasaban otras cosas…

Dos mujeres estaban hablando animadamente con uno de los socorristas que patrulla la playa montado en un quad. Una de ellas mira lánguidamente a la cámara…

Un tipo con gafas oscuras se mete en la playa, dos personas sentadas en el chiringuito parecen discutir, otra pareja charla con una camarera que permanece de pie. A la derecha de una sombrilla blanca plegada se ha levantado un hombre con una camiseta azul oscuro. Mientras, en la barra del chiringuito, otro prepara algún tipo de brebaje….

La realidad es mucho más compleja de lo que se ve a primera vista.

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Surgery is an obsession that cuts both ways…

Pero la frase continúa: …”but passion and deception slice straight through the heart”.

Me he permitido manipular el siempre impactante slogan de una serie televisiva de Ryan Murphy – Nip/Tuck – para reflejar lo que la Cirugía supone para algunos, ¿o para todos?, de los que nos dedicamos profesionalmente a su ejercicio.

Efectivamente, la Cirugía es una obsesión con un filo muy fino. Y doble. Marca a todo el que se acerca, para bien o para mal. Después nadie sigue siendo el mismo.

Hace algunos años, durante un fin de semana, leí un par de artículos muy interesantes en EP[S], uno de ellos sobre los impostores de la Ciencia y otro sobre los Cirujanos Españoles – quizás alguna mente ”torturada” pueda ver cierta intención maquiavélica en el orden.. ”Your secret is safe with me”-.

De los muchos asuntos que Milagros Pérez Oliva aborda en su artículo, el que me más me interesa últimamente es el de las cirujanas. Será porque trabajo y colaboro con muchas en mi centro, y de vez en cuando he oído cosas con las que no estoy de acuerdo, en absoluto.

¿Son las cirujanos mujeres diferentes a los cirujanos hombres? Me han formulado muchas veces esa pregunta. En algunas ocasiones me ha parecido creer que la cuestión llevaba implícita una afirmación ulterior: “y mejores”. Para mí la respuesta está clara. La verán en la formulación de la pregunta. El sexo es sólo un adjetivo al sustantivo “cirujano”. Por supuesto que el sexo influye en la elección de la especialidad, eso dicen algunos datos (Monleon Moscardó PJ y cols. Acta Esp Psiquiatr 2003; 31:24-30). Pero una vez elegida, todos experimentamos el mismo doble filo.

Primero, en la elección de la especialidad. Se supone que los hombres preferimos la profesión porque estamos “programados o entrenados” para sacrificar nuestras responsabilidades familiares, de pareja, etc, tal como precisa una profesión como ésta. Pues bien, Rosanne Spector del Stanford University Medical Center entrevistó a estudiantes norteamericanos sobre sus elecciones de especialidad. El “sacrificio” era un requisitio aceptable para todos los que deseaban elegir una especialidad quirúrgica. Incluso UNA estudiante llegó a decir “Hay cámaras de vídeo para ver a tus hijos [crecer]” (www.medicalnewstoday.com)

¿Y durante el entrenamiento como residentes? Esto si que es interesante. McGreevy y Wiebe del Departamento de Cirugía y de Psicología de la Universidad de Utah en Salt Lake City (Am J Surg 2002; 184:121-125) encontraron que hay más diferencias en los rasgos de personalidad entre las residentes y las mujeres de la población general que entre los residentes y los hombres de la población general. De hecho, y lo escribo literalmente para que no haya dudas sobre la traducción “The striking finding in this study is the fact that male and female surgical residents differ from the general population in the same traits in the same direction.”

Por último, existe una cierta presunción sobre la diferente influencia de la vida privada en la satisfacción profesional de cirujanas y cirujanos. ¿Verdad o mito?….Si a las mujeres se les pregunta por su satisfacción profesional, olvídense, los asuntos privados no son un problema prioritario. La satisfacción profesional de las cirujanas en Austria, por ejemplo, depende de la organización del departamento, de su volumen de casos y de tener que estar de baja maternal (Arch Surg 2004;139:1208-1214).

Ahora espero que comience el debate. Les aseguro que lo estoy deseando

Clasificación de las hemorragias – Viewer Discretion Advised

Parece que al evaluar los resultados de calidad y seguridad de los hospitales de California el de Los Angeles County – USC sale mal parado, porque tiene la mayor tasa de compresas olvidados en los pacientes. Parece explicable. Su frecuencia de cirugía de emergencia por trauma grave es de las mayores de Estados Unidos.

En cualquier caso, todo cirujano ha tenido que enfrentarse a una hemorragia. Esta es mi clasificación de la hemorragia intraoperatoria, que básicamente divido en cuatro grandes grupos:

Grado I: Quién me mandaría operar a este paciente

Grado II: Quién me mandaría venir hoy

Grado III: Quién me mandaría hacerme cirujano

Grado IV: Quién me mandaría nacer

Esta clasificación fue modificada durante una conferencia en la Universidad Nueva Granada, en Bogotá, en lo que vendremos a llamar Clasificación Modificada de la Hemorragia Intraoperatoria, o clasificación de Bogotá, para contemplar un quinto grado:

Grado V: Qué pena no haberme muerte chiquito.

Turing

En mi conferencia en la Real Academia Nacional de Medicina sobre la salud digital…

«Siguiendo las aportaciones del lógico checo Kurt Gödel, uno de los padres de la computación digital moderna fue el prodigioso matemático, lógico, critpógrafo y filósofo británico Alan Mathison Turing, de cuyo nacimiento se cumplieron 100 años en 2012.

Turing, un niño prodigio del que se dice que aprendió a escribir por si mismo en apenas 3 semanas, fue capaz de crear las bases de la informática moderna y de la inteligencia artificial como consecuencia de una dolorosa experiencia.

En 1928, con catorce años, Alan Turing fue admitido en el sexto curso de la Sherborne School, para especializarse en matemáticas y ciencias. Casualmente, en ese internado coincidió con otro estudiante, Christopher Morcom, con el que estableció una intensa relación de amistad.

Desafortunadamente para Turing, un par de años después, en 1930, Christopher Morcom murió de una tuberculosis bovina adquirida por consumir leche contaminada. Fue tan devastadora la pérdida para el joven Turing que, tal como adelantó por carta a la madre de Morcom, dedicó el resto de su vida a intentar aplicar la lógica matemática al problema de la mente y la materia, creando la máquina de Turing, una construcción teórica que sustenta los ordenadores modernos y el Test de Turing, una prueba para determinar si una máquina piensa y siente.

Pero no es únicamente eso lo que le debemos. Una aportación clave para el éxito aliado en la Segunda Guerra Mundial fue la creación de la Bomba Turing, una maquina desarrollada en el centro de espionaje de Bletchley Park, junto con Colossus, con el objetivo de descifrar Enigma, el código del ejercito Nazi para ocultar las comunicaciones entre sus naves en el Atlántico.

Aún siendo una de las mentes más brillantes del Reino Unido, su condición sexual le llevó a ser procesado y condenado por la misma ley que había sido utilizada para encarcelar a Oscar Wilde. Tuvo que elegir entre entrar en prisión o someterse a la castración química. Tal castigo parece que le indujo a suicidarse ingiriendo cianuro el 7 de Junio de 1954.

Afortunadamente, los trabajos de Turing surtieron sus efectos y llevaron a otro matemático, John Von Neuman, a proponer la arquitectura de ordenador que hoy conocemos, basada en la combinación de elementos físicos (hardware) con elementos lógicos (software, programas).

El Doctor N y la enfermedad

Hoy he estado en mi hospital. Como usuario. Mejor dicho, acompañando a un usuario. Soy de MUFACE, pero elegí la sanidad pública. No pretendo explicar el porqué. Me llevaría una entrada exclusiva.

Mientras esperábamos para la filiación ante el mostrador de Urgencias, me he dado cuenta de que por la puerta entraba un conocido. Iba acompañado de su mujer.

– Hola Doctor N. ¿Qué tal estás?

– Me acaban de dar de alta – me ha respondido – Me operaron de un cáncer de próstata hace dos años. Luego de una eventración. Pero me acaban de dar de alta. Me han puesto una malla porque estoy incontinente. Me meo encima. Llevo pañales. Vengo a que me den un justificante.

– ¡Vaya! Es decir, que desde que te jubilaste…

– Pues sí. Nada más jubilarme empecé a tener problemas, y ahora se me ha olvidado que tuve un cáncer. Lo único que me preocupa es la incontinencia.

– Deberías quitártelo de la cabeza. No puedes hacer que eso sea toda tu vida ahora.

– Te has dado cuenta, ¿no? – ha apuntado su mujer, con cierta expresión de desesperación

– No puedo. Me preocupa tanto que el cáncer se me ha olvidado. Me gusta viajar, salir, entrar, y con la incontinencia me siento discapacitado socialmente. Ahora me planteo que me tenía que haber jubilado antes.

No sabía bien que decirle. Así que me he sentido aliviado cuando he oído mi apellido.

– Bueno, Doctor N. Te dejo que nos llaman. Dale un poco de tiempo a la malla que te han puesto. Mejorarás…

En el último siglo hemos sido excelentes reduciendo la mortalidad y aumentando la supervivencia. Pero no tan buenos en la morbilidad o en la discapacidad.

No hemos sido demasiado buenos escuchando los problemas de nuestros pacientes. Seguimos convencidos de que retrasar la muerte es tan valioso que todo lo demás queda en un segundo plano. Un gran error.

Cirugía laparoscópica – la evidencia

Mi tesis doctoral fue, si no me ciega la pasión, la primera sobre cirugía laparoscópica en España. Y, probablemente, de las primeras en el mundo. La defendí en Octubre de 1992 y me dijeron que muy bien, pero que eso de la laparoscopia era crear un problema donde ya había una solución.

Sin embargo, el abordaje laparoscópico fue extendiéndose, como corresponde a una verdadera innovación disruptiva. Tanto, que las dos publicaciones en las que participo y que tienen mayor número de citas según Google Scholar pertenecen a este campo.

La primera fue publicada en 2006 en el British Journal of Surgery. No puedo negar que, además, me siento orgulloso al ser actualmente miembro del comité editorial de la revista quirúrgica europea de mayor prestigio. Algún día contaré los detalles sobre la génesis de este artículo. Pero para darles una pista, fue la respuesta a una denuncia de un colega por llevar a cabo cirugía laparoscópica colorrectal.

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La segunda publicación la escribí siendo residente. Era la respuesta a la pregunta ¿cómo es mejor hacer el neumoperitoneo, con técnica abierta o cerrada? Y fue publicada en el World Journal of Surgery

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Esta segunda publicación me produce especial orgullo, pues se incluyó en la guía del CDC de 1999 sobre infección de sitio quirúrgico.

Investigar adquiere su máximo sentido cuando sus resultados tienen impacto social. Y en este caso, creo haber cumplido mi cometido.

El hombre que fotografiaba en prosa

Le salían en blanco y negro. O a todo color. Dependiendo de su estado de ánimo. Porque sus palabras tenían más forma que ninguna imagen. El era el hombre que fotografiaba en prosa.

A veces las utilizaba como un collage. Otras, sueltas. Encuadras o desencuadradas. Era capaz de fotografiar en pocas líneas un primer plano, uno medio o un paisaje. Las panorámicas se le hacían muy largas. Por eso le gustaban menos. Lo mismo le pasaba cuando usaba los grandes angulares.

Hacía reportajes de bodas, bautizos y comuniones. Le contrataban porque los eventos sociales, aunque le disgustaran, eran una de sus especialidades. Y los cobraba bien.

Los retratos en prosa de los animales le parecían pobres. Le salían carentes de espíritu. Sin embargo, los personales, los íntimos, incluso los eróticos, le fascinaban. Aunque intentaba evitar estos últimos. O si los hacía, los guardaba para él. Exclusivamente.

Siempre prefirió usar su prosa para retratar, más que utilizarla como un arma. No quería hacer daño. Aunque podría. La precisión y la potencia de sus palabras destrozarían masivamente a cualquier otro ser humano.

Pero prefirió utilizar su don para describir el mundo que le rodeaba. Y la humanidad que moraba en él.

Memorias de un médico perdido en Kyoto

Me escribe Klint desde Kyoto. Ha ido para asistir a un importante congreso. Durante su tiempo libre se ha dedicado a vagabundear por la ciudad, en especial por Gion.

Klint se ha sentido un extraño. El, que es un hombre de mundo, un austriaco nacido en La Mancha, un individuo sin patria, que ha vivido en palacios y en infiernos en 5 continentes. Me escribe para contarme que en Kyoto no se hallaba, pero a la vez ha conocido el AMOR.

“Querido Julio, el otro día me perdí mientras caminaba por Gion. No conseguía orientarme con el mapa desplegable que me había guardado en el bolsillo antes de salir del hotel. Por primera vez en mi vida me sentí un total extraño. No era capaz de encontrar ninguna referencia.

Miraba al cielo buscando las estrellas, con la intención de recurrir a mis conocimientos de astronomía para encontrar el camino de vuelta, cuando de repente apareció la diminuta figura de una maiko, que se cruzó por delante de mí, con pasos cortos pero veloces, calle abajo. Pensé que preguntarle por la dirección a tomar sería ponerla en el aprieto de usar su deficiente inglés con un “alien” blanco, alto y tan “ario” como yo. Pero después de meditar durante no más de 10 segundos, probé fortuna. La saludé en japonés y le hice la pregunta en el mismo idioma y luego en inglés. Lo creas o no, ella midió sus respiraciones, midió el tiempo y…de sus labios fuertemente maquillados brotaron las indicaciones.

Querido amigo, esas dos o tres frases fueron el sonido más armonioso y lleno de gracia que he oido nunca. Su voz sonó en perfecto equilibrio, con ritmo, tono y volumen inmaculados. Tenía ante mí la perfección. Sentía que no necesitaba nada más aunque todo me fuera extraño.

¡Ay mi querido Julio! ¡cómo me gustaría enamorarme de alguien así!

En ese momento recordé Memoirs of a Geisha y la advertencia a una discípula de que no se convertiría en una verdadera geisha hasta que no consiguiera que un hombre perdiera la cabeza con una única mirada…

PD: Te envío una fotografía del templo Kyomizu, para que te mueras de envidia y te arrepientas de no haberte querido venir conmigo”

El frágil amor entre la música y la cirugía

Siendo yo, el Dr. Klint, de origen austriaco, no puedo ser ajeno a la belleza de la capital del Imperio Austro-Húngaro: Viena.

Y en esa belleza, durante el siglo XIX, crecieron los genios de la música y de la medicina. Dos de ellos fueron especialmente brillantes en sus respectivos campos, la cirugía y la música, Billroth y Brahms. Y el amor y la amistad fue con ellos durante treinta años.

Cuentan que Billroth, el magnífico cirujano, y Brahms, el genial compositor, se encontraron por primera vez en Noviembre de 1865 en el Zurich Music Hall. Brahms tocó una de sus composiciones y Billroth se sintió tan impresionado que organizó una fiesta privada al día siguiente, con una orquesta, para poder disfrutar de nuevo del músico. Billroth tenía 36 años, Brahms, 32.

Billroth se convirtió en un experto en el piano, el violín y la viola. Según aumentaba el peso de la clínica sobre él, buscaba alivio y lo encontraba en su amistad con Brahms. Sus discusiones, correspondencia y veladas musicales aliviaban las presiones profesionales y le ayudaban a conseguir el triunfo.

Pero después de una intensa amistad, exclusiva y excluyente de aquellos que no fueran “aristócratas artísticos”, en 1887 empezó el deterioro de la relación.

Creció el resentimiento entre ambos en la misma medida que la afición de Brahms por el vino. Este no perdonó las duras palabras del cirujano, comparándole con otros poco educados músicos germanos. Siguieron escribiéndose, pero sin la intensidad de antaño.

Billroth murió en enero de 1894 y Brahms dijo de él: “Billroth tenía todas las cualidades, grandes y pequeñas, para asegurarse la popularidad. Me gustaría que hubiérais sido testigos de lo que significa ser amado en Viena. Pocos muestran su corazón tan abiertamente. Nadie muestra su amor tan abiertamente como aquí”.

La ictericia fue haciéndose más evidente en Brahms, por su galopante disfunción hepática. Murió el 3 de Abril de 1897, justo después de beberse un vaso de vino, como Goethe y Beethoven.