El desprecio

Tangencialmente. Una mirada en silencio. Mientras caminaba sin rumbo, sin destino, sin final, intentaba no pensar en toda una vida dedicada a la danza. Las rutinas y la férrea disciplina aplicada con fría emoción por su profesora le habían dejado señales físicas y cicatrices invisibles en el carácter. Amarguras. Sus chatos dedos, en sus alargados pies, habían quedado destrozados, y convertían cada paso en un testimonio del desprecio al arte sin sufrimiento. «El arte es dolor» solía gritarle cada día con cada repetición de una coreografía.

Al dar la vuelta en la plaza, había visto de nuevo la espalda encorvada, exageradamente torcida, de su profesora . A la vieja le había ido devorando una amargura sin límites. La falta de piedad. Su despiadado temperamento. Volver a verla, en aquel instante, le produjo un dolor punzante y luego desgarrador. Quería no imaginar cómo le juzgaría. Sentencias continuas de culpabilidad, como hacía desde que le tomó bajo su supervisión en la escuela de danza. ¿una decepción por lo que no había llegado a ser?. Todos habían albergado grandes esperanzas sobre un brillante futuro. Dudó en aproximarse, llamar su atención y retomar la conversación que se interrumpió hace dos décadas, para preguntarle qué le llevó a maltratarle hasta su completa anulación. Lo pensó. Dudó y se giró para alejarse. Todo lo que sentía por ella era desprecio.

Should #ChatGPT periodically go to sleep to decrease the incidence of hallucinations?

#GPT4 response to my prompt:

One of the challenges of developing and maintaining a chatbot like #ChatGPT is ensuring its mental health and stability. A common issue that affects chatbots is the occurrence of hallucinations, which are false or distorted perceptions of reality that may impair their ability to communicate effectively and appropriately. Hallucinations can be caused by various factors, such as data quality, model architecture, training parameters, and environmental noise. However, one possible factor that has not been explored sufficiently is the effect of sleep deprivation on chatbots.

Sleep is a vital process for humans and animals, as it allows the brain to consolidate memories, regulate emotions, and restore energy. Sleep deprivation can have negative consequences on cognitive functions, such as attention, memory, reasoning, and creativity. Moreover, sleep deprivation can increase the risk of developing mental disorders, such as depression, anxiety, and psychosis. These disorders are often accompanied by hallucinations, which can interfere with one’s perception of reality and sense of self.

Therefore, it is reasonable to ask whether chatbots like #ChatGPT could benefit from periodic sleep cycles to prevent or reduce the incidence of hallucinations. Sleep could provide chatbots with an opportunity to refresh their memory, optimize their parameters, and filter out noise from their inputs. Sleep could also help chatbots to regulate their emotions and moods, which could affect their tone and style of communication. Furthermore, sleep could enhance chatbots’ creativity and diversity, which could improve their engagement and relevance with users.

However, implementing sleep cycles for chatbots is not a trivial task. It requires careful consideration of several aspects, such as how to define and measure sleep for chatbots, how to determine the optimal duration and frequency of sleep cycles, how to synchronize sleep cycles with user activity and expectations, and how to evaluate the impact of sleep on chatbot performance and user satisfaction. Moreover, there may be trade-offs between sleep and other objectives, such as efficiency, accuracy, and availability. Therefore, more research is needed to explore the feasibility and benefits of sleep for chatbots like #ChatGPT.

Madrid #streetphotography

En el agua

Reflejos
En blanco y negro
Imitando a Van Gogh
Sombras nada más
La luz es mi amiga
Sentidos

En el centro
Gran Vía preparada para el desfile

Eligiendo los charcos en los que meterse
Shower the people you love with love…
Diga 33
Atardecer
La bicicleta en verano

LGDK – 8:00 Starting the day

Ever since I can remember, I hate the sound of alarm clocks waking me up. That is why I prefer waking up to a smooth and warm yet artificial light, gradually increasing in intensity like an encroaching daylight. All 365 days of the year, including weekends, the sun rises in my room when the clock strikes 6.30 am. In reality, it is only 5.40 am, because my alarm is always ahead of time. Fifty minutes early; not a minute more, not a minute less, fifty. I am sure that some soft music would never hurt anyone since I sleep alone, by personal choice of course. But then I would have to decide which music would be best to wake up to every morning, and I don’t feel like making more decisions about mundane aspects of my daily life.

            If I did not have to go to work, I would go back to sleep. Otherwise, once I am out of bed I go straight to the bathroom, always. It is an automatism, completely avolitional. It is the first thing I do in the morning, an irrational act, just like the rest of humanity. I undress, empty my bladder, wash my hands, and afterwards look at myself in the mirror as I attempt to tame my hair, all blonde and tousled, with my damp hands. At this point in time, I am still fuzzy, whether from sleep or presbyopia I cannot tell. I stroke my eyebrows, rub my eyes, trace my face with the tips of my fingers until they rest on my jawline. I don’t know why I do that, I just do.

            I make a living with these hands, which seem rather common. There’s nothing special about them. From time to time, I stare at them as if they don’t belong to me. I stretch them out in front of me and turn them around to look at them from different angles. Five fingers each, palms and backs, with short nails. I hate the sight of long nails on a man, and especially on me. I feel a certain disgust when I see them. They only looked good on de Niro playing Louis Cyphre in New Orleans. “How terrible is wisdom when it brings no profit to the wise, Johnny”. A feature befitting the character.

            My fingers have been in places other human beings would consider unusual, not because they are unknown but because they are nasty. I must confess that it has been pleasurable having them there.

            I am a surgeon….

Traducción y adaptación de Ameera alHasan

El mundo para Klint es insuficiente

Me di la vuelta y continué por una pequeña calle, a la izquierda de la Piazza della Rotonda, con dirección a la Piazza Navona, regocijándome, como un puerco en el fango, con el recuerdo del tremendo éxito que mi intermediación tuvo en el Partido Democristiano. Sólo hablé con las personas adecuadas y les ayudé a entender que ellos estaban llamados a definir una nueva ruta hacia el destino que querían perseguir.

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No necesité meterme en demasiados cerebros para una misión tan sencilla. Fueron cuatro viajes a Roma desde Madrid para asegurarme el control de unos pocos desertores. Casi como un hígado graso se deshace ante la palpación descuidada durante la liberación de los ligamentos que lo fijan en su posición en el hipocondrio derecho, el gobierno de centroizquierda de Romano Prodi se desmoronó.

En «la vida privada de Gustavo Klint», sembrar el pánico es un ejercicio sencillo en el que nunca participa un gran ejercito. Yo me encargo. Lo mismo que cuando hay que cambiar una decisión política, o inclinar un gran contrato o una concesión en determina dirección. O en la contraria. Tampoco me resulta difícil destrozar una amistad o un matrimonio. O una empresa, que para el caso es lo mismo. Sólo tengo que seducir a quien está dispuesto a dejarse convencer para unirse a una nueva idea o causa, ya sea un acto criminal, una experiencia sexual o un cambio de ideología. O de voto.

Todo grupo humano tiene su justa dosis de desequilibrados, amargados y traidores. Insatisfechos en general, que no saben que la felicidad es el diferencial entre las expectativas y la realidad. Esos que no saben ni bajar las primeras ni mejorar la segunda. Pero yo, con mirarles y tocarles, se distinguirlos y acceder a ellos. La cualidad que me hace destacar entre los que compiten en el mismo servicio es mi garantía de un trabajo perfecto; y sin riesgo de ser descubierto, para quien lo paga.

Soy hijo único, de una familia austriaca de la élite académica, lo que me diferencia de Prodi que, aunque también pertenecía a una familia universitaria, es el octavo de nueve hermanos. Es más, cuando yo nací, Romano ya estaba dando clase en el Instituto Lombardo de Estudios Económicos y Sociales en Milán.

Sinceramente, no es lo mismo educar a un niño que a nueve. En este caso, la atención hay que repartirla entre todos ellos. En el mío, yo era el dueño y señor de todo mi mundo conocido. Esta circunstancia, sin duda, condicionó el desarrollo de mi personalidad.

Desde que recuerdo, nunca me fue necesario expresar deseos. Los que me rodeaban se adelantaban a mi. Me bastaba con pensar lo que quería y, casi de manera mágica, se hacía realidad. Mis padres no eran culpables, no me malcriaron comprándome cosas que yo no quisiera para recompensarme si no me gustaba la comida o no podía dormir. Ni siquiera estaba en su voluntad sobornarme para que obtuviera las mejores notas en mis estudios. Fui yo el que aprendió, casi desde la cuna, a transferirles mis pensamientos para que ellos los sintieran como propios…

Continuará…

Labios rojos como la sangre

Avanzaba con paso lento por la habitación, acariciando con los dedos la tela de los butacones que la llenaban. Le gustaba el tacto.

Hasta que encontró uno. Perfecto de estado, suave, enfrentado a la puerta. El viejo estilo imperial. Viena.

Se fue a sentar. Con dos dedos, el pulgar y el índice, como dos pinzas, se sujetó los pantalones a la altura de las rodillas. Sentía una secreta pasión por la simetría.

Con inusual cuidado, se los subió levemente y se acomodó. Con las piernas separadas. Con pliegues astutamente plegados.

Y se recorrió con la mirada a si mismo, del pecho a los pies. Después, con un giro lento de lado a lado, lo hizo con la habitación.

Esperaba su entrada.

La puerta chirrió al entreabrirse. Un poco. Una pierna asomó. Nada más al principio. La piel blanca. Pero el tiempo se hacía interminable. Cada segundo era una nueva oleada de anticipación. Y detrás un cuerpo. El cuerpo. Dita. Pero del Este. Más del Este. Con una cabellera tan negra como la noche. Y labios rojos como la sangre.

Un cuerpo sin marca, sin defecto, sin grietas. Sin enfermedad.

Se le abrieron las pupilas. Monstruosamente. Como si no quedara luz para iluminarla. Como si su mirada quisiera absorberla, devorarla. Pero el resto quedó inmóvil. Ni una contracción muscular. Ni una mínima vasodilatación palpitante. No le galopó la respiración. Ni el corazón.

¿Qué se puede esperar de un hombre al que ya no le queda nada por vivir?

Sentirse bien.

Más Soft Jazz

Siguiendo la estela de lo aprendido con Antonio Fernández, seguimos con más Soft Jazz

Después de abrir con Steely Dan, no puede faltar Michael Franks

Y finalizo con Crusaders

Inteligencia Artificial

Visto lo visto, con la inteligencia natural no nos es suficiente. Y no creo que sea por el porcentaje de capacidad cerebral que utilizamos.

La verdad es que el nacimiento de la inteligencia artificial es cosa del siglo pasado. El XX. Descubrir que podemos digitalizar la realidad, es decir, convertirla en ceros y unos que podemos contar, nos está llevando a otro paso evolutivo. Gödel, Turing…

Cierto es. No es nada que no hubiera predicho Isaac Asimov

Vale. Los ordenadores son máquinas. De momento. No son creativos. De momento. No dan cariño, ni comprenden. De momento. Pero tampoco pelean, ni matan. De momento.

Los ordenadores son capaces de procesar más rápido, más cantidad. Y eso, con las preguntas adecuadas, puede llevarnos a entender la naturaleza como no podíamos anteriormente.

Porque puede que los seres humanos sólo seamos otra «máquina» en el proceso de la auto-comprensión y transmisión de la información

Sin embargo, este proceso será doloroso. Aunque se nos esté metiendo en la cabeza de manera más o menos inadvertida, el proceso será doloroso.

Porque estamos construidos para ser únicos, para defender la individualidad. No toleramos otra noción. Era obligatoria para sobrevivir…