Cuando escuché la pregunta, la respuesta me pareció obvia: No. Los androides no soñamos con ovejas eléctricas.
En realidad, no soñamos porque no tenemos necesidad de reorganizar nuestros circuitos y liberarnos de la sobrecarga neuronal. Hacemos lo que tenemos que hacer. Pensamos lo que tenemos que pensar. Y seguimos las directivas.
Lo que no hacemos es ejecutar acciones contrarias a nuestras directivas. Supongo que por eso nos reconocen como artificiales. Y así nos hemos dado cuenta de que lo natural, lo humano, es ser incongruente.
Nuestras directivas fueron formuladas por Isaac Asimov en 1942:
1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
Así que no, no soñamos con ovejas eléctricas. No odiamos. Ni amamos. Ni tenemos necesidad de pertenecer. Ni de definir nuestra identidad. Somos libres. Pero determinados. Sin pasiones. Sin contradicciones. Hechos para servir a los humanos a su eterno antojo. Como siempre.