Encontró una dirección de correo electrónico en una página de anuncios de alquiler de habitaciones para estudiantes.
– «Tiene que ser ella» pensó.
Buscó en todos los sitios donde pudiera identificarla.
Pero no había nadie que se le pareciera.
En realidad, estaba seguro.
Pero hallaba algunas excusas para no atreverse.
Decidirse a teclear y enviar un correo podía cambiar la vida.
O la memoria.
O ambas cosas.
Al final no pudo reprimirse más.
Lo hizo.
Nunca se había paralizado ante sus miedos a que alguien le cambiara la vida.
Al fin y al cabo, siempre pasa.
Incluso cuando no hacemos nada.
Dos semanas después estaban sentados en un café, frente a frente, relatándose historias compartidas.
Iban de las primeras vivencias de dos adolescentes a la edad adulta.
La universidad.
La celebración de su decimonoveno aniversario, cuando se vieron por última vez.
Hacía ya 32 años.
Los matrimonios, los hijos, las muertes y el dolor de corazón.
«I said the years had been a friend to her
And that her eyes were still as blue
But in those eyes I wasn’t sure
If I saw doubt or gratitude
She said she saw me in the record stores
And that I must be doing well
I said the audience was heavenly
But the traveling was hell
We drank a toast to innocence
We drank a toast to now
And tried to reach beyond the emptiness
But neither one knew how
We drank a toast to innocence
We drank a toast to time
Reliving in our eloquence
Another ‘Auld Lang Syne’
The beer was empty and our tongues were tired
And running out of things to say
She gave a kiss to me as I got out
And I watched her drive away
Just for a moment I was back at school
And felt that old familiar pain
And as I turned to make my way back home
The snow turned into rain»
Bonita y evocadora entrada, tocayo. Me ha «tocado» algo dentro que me ha hecho recordar viejos tiempos y viejas amistades. Gracias. Un abrazo.
Ya sabes, somos lo que recordamos!