Innovación Quirúrgica

Lord Ara Darzi of Dedham es un líder de la cirugía y la sanidad británica, profesor del Imperial College de Londres, con especial dedicación a la cirugía mínimamente invasiva y a la cirugía robótica.

Ha sido parte del gobierno británico y un importante defensor de la innovación quirúrgica. Por ello, se le invitó a ofrecer su opinión sobre el número extraordinario de «Surgical Innovation» en el British Journal of Surgery (acceso libre).

Sabemos lo que queremos

Existen intervenciones quirúrgicas que no son dolorosas. Que no sangran. Que no producen infecciones postoperatorias.

Hay intervenciones quirúrgicas que se producen sobre el cuerpo digitalizado de cientos, de miles, de millones de pacientes que pasaron por nuestras consultas, urgencias, hospitalización, quirófano, y nos dejaron su información para que aprendiéramos.

Es una obligación extraer conocimiento de los datos digitalizados de nuestros pacientes para ofrecerles una asistencia sanitaria de valor. Es decir, con la maxima efectividad, el menor daño, a un coste ajustado, en un tiempo adecuado y sin consumir más energía de la necesaria.

Accurate Precision Medicine: datos, información y conocimiento

El pasado 9 de Junio de 2015 anunciamos, durante el evento celebrado en Madrid del Fujitsu World Tour, una alianza estratégica entre Fujitsu España, Fujitsu Labs of Europe y la Unidad de Innovación del Instituto de Investigaciones Sanitarias San Carlos.

El objetivo de esta alianza es la utilización de datos clínicos (incluyendo la imagen) para conseguir extraer información y conocimiento que permita desarrollar herramientas para el apoyo a la toma de decisión de pacientes, profesionales sanitarios y gestores.

El nombre de este gran proyecto es Hikari (luz en japonés) y define el reto que supone arrojar luz en las tinieblas de archivos y bases de datos, acumulados como resultado de nuestra actividad a lo largo de años, para un uso «inteligente», que hasta ahora no ha sido posible.

Además, los datos clínicos se procesarán, mediante potentes máquinas, junto con datos no clínicos pero relacionados con la salud (meteorología, redes sociales, información socioeconómica… aquí está el big data) para poder responder a preguntas relevantes.

La utilización de los datos clínicos para uso secundario (investigación, simulación, emulación), con la debida seguridad y protección, es una de los más importantes tareas que afrontan los investigadores, clínicos e ingenieros, para llegar a una sanidad precisa y exacta. Es decir, una sanidad que haga bien lo correcto

Infiel pero leal

«¿Por qué sigues igual, Klint?» me preguntan los amigos.
Al principio no les entendía.
Ahora no me canso de repetirlo.
«No soy de fiar».
Por eso decidí no comprometerme.

Pagué un precio por ello.
Sigo pagándolo.
Algunos piensan que es poco.
Barato.

Muchos son los que me califican.
De traidor.
Se preguntan cómo puedo soportarlo.
Vivir sin seguridad.
En la incertidumbre.

Dudan de mi intención.
O de mi valía.
O de mi humanidad.
Eso me duele, en silencio.
Porque, sinceramente, no tengo nada que esconder.
Con preguntarme, cualquiera tendría la respuesta.

En realidad, no hago otra cosa que lo que la mayoría desearía.
Desde siempre.
Divertirme sin entregarme.
Ser leal, pero no fiel.
Lo que muchos sueñan pero no hacen.
Soy libre hasta el límite posible.
Sin ataduras, hasta donde puedo.

Hay costumbres de las que una no puede deshacerse.
Se lo advierto a todos desde el principo.
No dependo de ellos.
Mi esfuerzo me costó.

No quiero un trabajo estable.
No deseo un empleo seguro.
Si estoy es porque quiero.
Detesto aprobar una oposición hasta que la muerte nos separe.
Para siempre.
O hasta la jubilación.
Aunque sea una garantía en tiempos de crisis.

Odio la rutina.
De lunes a viernes.
De ocho a tres.
A cambio de doce sueldos como doce soles, dos pagas y un mes de vacaciones.
Nadie dejaría algo así.
Como mucho, buscaría otro trabajo adicional.
Siempre que su estipendio no fuera suficiente para afrontar sus caros gustos.

A mi no me gusta estar atado para siempre.
A lo mismo.
Sin salida.

«Klint, ¿eres un traidor?»
Prefiero pensar que soy leal.

Michael DeBakey

El Viernes 11 de Julio de 2008, con 99 años, murió Michael Ellis DeBakey (Michael Dabaghi), uno de los mejores cirujanos del siglo XX.

Curiosamente, pocos días antes, mientras volvíamos al Euroforum Felipe II desde El Escorial, John Alverdy (@jcalverdy) me contó un par de anécdotas sobre el Dr. DeBakey.

Michael DeBakey fue un cirujano innovador que, ya con 23 años y mientras estaba en la Universidad de Tulane, hizo sus primeras contribuciones a la cirugía con una bomba, que luego sería importante para las máquinas de circulación extracorpórea. Además, diseño todo tipo de pinzas e instrumentos, como las famosas pinzas vasculares de disección más conocidas como “unas DeBakey”.

Y una de las anécdotas que contaba John estaba relacionada con esa capacidad de invención y su relación con las instrumentistas. Una de ellas estaba muy nerviosa el primer día que tenía que lavarse para instrumentar al “gran cirujano” y no estaba segura de conocer el nombre de todas las pinzas e instrumentos que podía pedirle. Otro cirujano le dijo que no se preocupara, porque cuando el Dr. DeBakey extendía la mano lo único que pedía era “un DeBakey”, ya que todo el instrumental que se ponía sobre la mesa había sido diseñado por él y llevaba su nombre.

Más curiosa fue su estrecha y tormentosa relación con su amigo/enemigo, el cirujano Denton Cooley. Durante muchos años trabajaron codo con codo en Houston hasta que, según cuenta la revista Life, en 1969 se pelearon porque Cooley había implantado el primer corazón artificial en un humano sin el consentimiento de DeBakey.

La otra anécdota es que un día que llegaba con retraso en su Ferrari rojo, DeBakey fue multado por un policia por aparcarlo indebidamente. El afamado cirujano, que llegaba tarde al quirófano, le dijo al policia “¿Usted no sabe quién soy yo? Tengo un paciente esperando en el quirófano”. El policía seguía escribiendo la multa sin hacer caso. Y DeBakey seguía protestando y cuestionando al agente hasta que, harto, el policía le dijo “No sé quien es usted, pero me daría igual si fuera usted el Dr. Cooley, porque le pondría igualmente la multa”. Esa enemistad duró 4 décadas, hasta 2007, momento en el cual Michael DeBakey invitó a Denton Cooley a la gala de la entrega de la Medalla de Oro del Congreso.

El Dr. DeBakey siguió practicando la cirugía casi hasta su muerte y se cuenta que debió operar a uno 60.000 pacientes en toda su vida. Pero en Diciembre de 2005, a los 97 años, él mismo se diagnosticó una disección aórtica. “No sabía si llamar a mi médico de familia o al 911″, dijo.

Al principió se opuso a ser intervenido, pero luego quedó inconsciente y el equipo quirúrgico decidió operarle, con la aprobación del Hospital, convirtiéndose en el paciente de mayor edad que ha sido nunca intervenido mediante una técnica quirúrgica diseñada por el mismo: La operación de DeBakey.

Evidentemente, el postoperatorio no fue fácil, le mantuvo ingresado durante meses y costó más de un millón de dolares en cuidados médicos. Pero tras ser dado de alta, y pese a su inicial oposición, dio las gracias al equipo que le intervino por haberlo hecho.

A las 9:38 pm, hora de Texas, del día 11 de Julio de 2008, (4:38 am del día 12, hora española) y por causas naturales, el Dr. Michael DeBakey murió en el Hospital Metodista de Houston.

Estúpidos

…Continuación de Los golpes, siempre por encima de la cintura

Mientras cantaba a destiempo, canción tras canción, Klint se fue acostumbrando al lugar.
Analizando cosas y personas.
Posiciones.
Movimientos.
Inexpresivos rostros, que mostraban pasiones reprimidas.
Instintivamente.
Intuitivamente.
Calculaba.
Una sensación tras otra.
Percepciones.
Intuiciones.
Hasta sentirse tranquilo.
Cómodo.
Sin miedo a lo que no se había incorporado a su tablero.
Pieza a pieza.
En la cabeza.
Alerta por si tenía que escapar.
O actuar.
O ejecutar.

De repente, fijó su mirada una de las puertas.
Sin miedo a llamar la atención.
Ya no lo tenía.

Había tres personas de pie.
Iluminadas por una potente luz.
Una de ellas era reconocible para Klint.
Liam.
Otras dos personas, más altas, permanecían junto a él.
Delante y detrás.
Ajustándole algo alrededor del cuello.
Apretándole.
Pegándose a su cuerpo.
Sería un juego.
Para relajarse.
Nada que temer.
Todo adecuadamente calculado.
En Hong Kong nunca pasaba nada.
No se conocía que los caballeros del imperio británico hubieran sufrido nunca un percance.
Y los señores de Oriente tampoco.

Paró la música.
Otra nueva melodía iba a empezar.
No prestó atención al vídeo.
Estaba ocupado mirando a través de la puerta traslúcida.
La entrega de Liam.
Al placer.
Inesperadamente, por los altavoces se escuchó una voz amarga:

«Camminavo per strada
e in silenzio sentivo
alle spalle la gente
che piano diceva
come tu mi tradisci
e come io sono
finita da sola»

No se la había ocurrido.
¿Cómo podía?
Gustavo se había paralizado con la voz de Ornella.
Poseído por un recuerdo.
Doloroso.
Imborrable.
«Amore mio, amore mio…»

Nadie notaría nada.
Ni parecía importarles.
Sólo a él.
Porque se olvidó de Liam.
Y de la misión que le había llevado allí.
«Stupidi, stupidi»
Un agente esclavizado
Un hombre sin ataduras cosido a sus recuerdos.
Lo había fingido con éxito.
Su frialdad.
Su impasividad.
Su ausencia de apego.

Después de entrenarlo.
De ensayarlo.
Incluso con polígrafos conectados.
Privado de sueño.
Amenazado.
Acosado en situaciones extremas.
O bajo el efecto de drogas diseñadas para destruir cualquier resistencia.
Pasó la evaluación.
Primero en las oficinas.
Luego en נֶגֶב.
Tanta seguridad no había servido para encontrar su punto débil.
La Vanoni.

Al ritmo de la música, extendió los brazos.
Crucificándose.
Echó la cabeza a un lado.
Juntó sus párpados.
Se oscureció la mirada.
Se convirtió en una marioneta.
Derrotada.
Flácida.
A pesar de haber sido vívida hasta entonces.
Como lo son las marionetas animadas por las manos de un niño.
Inquieta.
Incontrolable.
Agitándose continuamente.
Ahora nada.
Una marioneta a la que, súbitamente, cortan algunas cuerdas.
Y pierde fuerza.
Tensión.

Klint había perdido el control.
En un karaoke rodeado de hombres que eran mujeres.
O mujeres que eran hombres.
Y con su objetivo siendo sofocado por placer.

Continuará…

Chica mala

… Continuación de Amor Rápido

Los hay que sólo buscan dejar sus genes.
Es cuanto necesitan.
En el reservado.
O en un cuarto oscuro.
O en una cama redonda.
Por el amor rápido.
Y por el placer asociado.
Esa recompensa breve.
Muy breve.
Para algunos brevísima.
Ya.
Casi un calambrillo.
Una descarga que te recorre la espalda.
Y se te clava en el cerebro.
Se entornan los párpados.
Durante unos segundos.
Y se pone el contador a cero.

Esa ventaja evolutiva para garantizar la reproducción de las especies.
Para que, a pesar de los depredadores, te pares en medio de la sabana.
Y consumas tus limitadas energías en un ejercicio que te puede acarrear la muerte.
Si te despistas.

O descendencia.
Por los que sacrificarse.

Otros disfrutan más hablando.
«Gustavo, hablas mucho. Demasiado».
Me lo repetía mi madre.
Con su acento austriaco.
Y su aspecto de Julie Andrews.
Entre sonrisas y lágrimas.

Tenía razón.
Cuanto más triste estoy, más hablo.
Como si vomitar mis penas me aliviara.
Porque me quita la angustia.
De ahí dentro.
Del centro.

Unos pocos, muy pocos, saben sacar el máximo de ambos actos.
Un proceso de comunicación.
De preparación para el intercambio de información.
Del preludio.
Del juego, casi mecánico.
De la fricción.
De la palabra.
Del contacto.
De la anticipación.

En ese momento me había cegado.
Por mi mismo.
Mientras tenía a esa escultura carnal entre mis piernas.
Seguro que ella estaba esperando algo más que una historia.
¿Y qué hacía yo?
Contarle mi vida.

Al entrar, nos habíamos sentado en un taburete.
Negro.
Con un pequeño respaldo.
Podía recostarme.
Ella se había levantado del suyo.
Y puesto entre mis piernas.
De pie.
Mirándome de frente.
Mientras le iba disparando mi vida, pasaba sus manos por mis muslos.
Rozaba los suyos con mis rodillas.
Una piel tibia.
Y suave.
Muy suave.
Una chica mala.

En un breve espacio de tiempo, nací, crecí, me enamoré una, dos, trescientas veces…
Cuando llegué a contar como sufría, en silencio, por el ejercicio de mi profesión me dijo:

– Seguro que como eres médico me puedes ayudar…

Me lo tenía merecido

Continuará…

Tito

Nunca supo si fue aleatorio.
O el resultado de la intención.
Tito la vio en algún sitio.
Iluminada por focos.
Enmascarada por el maquillaje.
Catódica.
Y la buscó por el universo.
Hasta dar con ella.
Digitalizada.

Ya nunca más paró.
Empezó a seguirla.
En cada canal.
O red.
Con una propuesta.
La misma.
Un mensaje.
De entrega.
Semana a semana.
Mes a mes.
Año a año.
Tito no dejaba de insistir.
Y ella de rechazarle.

«Tú no eres lo que yo quiero»

Pero un día, sorpresiva e inesperadamente, se encontraron entre la multitud.
En medio de una gran audiencia.

Fue ella quien le vio
Se aproximó.
Directa.
Sin dudarlo.
Sin pensar en su reacción.
Ni le importaba.

Se acercó tanto que a Tito se le nubló la vista.
Extendió su mano derecha.
Apretó la de Tito con fuerza.

– Buenos días.
– Hola

Y Tito sintióse desfallecer.
No supo reaccionar.
Ni qué decir.
En un breve instante.
Sus deseos se habían hecho de carne.

Pese a todo, continuaría.
Por cualquier medio.
Haciéndole saber que estaba allí.
Para ella.
Nunca dejaría de recordarle que, sin exagerar, sería lo mejor que jamás podría tener.

Amor rápido

….Continuación de Reservado

Nos sentamos.
En la oscuridad del reservado.
Uno frente al otro.
Ella desnuda.
Completamente.
Con una piel luminosa.
Que seguía brillando.
Yo continuaba todavía empapado.
Pero me fui quitando la ropa.
Mientras, me miraba y me iba preguntando

– ¿Y qué haces aquí?
– De visita – casi adelantándome – No podía dormir.
– Parece que conoces el sitio.
– Nací en España. En la Mancha. Pero soy vienés. Mi familia es austriaca. Y vengo con frecuencia.

«Como Freud. O Winiwarter. O Buerger. Médico. Un médico vienés nacido en La Mancha» me recordé a mi mismo.

– ¡Qué interesante! – exclamó esa desconocida figura desnuda, de acento eslavo.

Y continuó – ¿Y cuál es el motivo de tu visita? ¿A qué dedicas?

«I was born.. I grew up» dijo Charles Dickens a través de David Cooperfield.

Quería saber la historia de mi vida.
¿Seguro?
¿De verdad quería?
Sin más.
Escuchar por escuchar.
Por conocer mis recuerdos.
Por oír como vaciaba mi memoria.
Una desconocida.
Sin otro interés.
Con nada que ganar.
Y nada que perder.

No lo pensé.
Me dispuse a descerrajarle mi vida.
A bocajarro.
La del caballero imperfecto.
Desde el principio.
Ella no parecía tener prisa.
Yo no quería amor rápido.

Echaba tanto todo de menos, que serviría para aliviar mi amargura.

Mi vida le iba a reventar en pedacitos, dentro de la cabeza y en el centro del corazón.

Continuará

Es mentira, estúpido!

Los servicios sanitarios, todos, están diseñados para y su misión es la provisión de servicios, no la obtención de resultados favorables en la salud de las personas y las sociedades.

Esto genera 3 grandes problemas:

1. Son ingestionables
2. Son impredecibles
3. Son insostenibles (más con lo mismo o lo mismo con menos)

Lo que no mides no se puede mejorar.

Y como no medimos los resultados relevantes para los pacientes, ES MENTIRA que el sistema esté centrado en el paciente.

Y lo seguirá siendo. Hagamos todos los programas de crónicos que hagamos.