Cirugía laparoscópica en la enfermedad de Crohn

La enfermedad de Crohn es una afectación inflamatoria intestinal, de causa desconocida, que supone un reto en la toma de decisiones y en la técnica quirúrgica. Lamentablemente, es imposible conseguir su curación ni médica ni quirúrgicamente.

Aproximadamente entre el 75%-80% de los pacientes con enfermedad de Crohn necesitarán a lo largo de su vida someterse a algún procedimiento quirúrgico, bien sea por enfermedad perianal o abdominal.

La cirugía abdominal está indicada cuando aparecen complicaciones de la enfermedad, como obstrucción, sepsis intraabdominal o hemorragia.

Un grave problema de las cirugías repetidas sobre el intestino es que pueden conducir a resultados muy incapacitantes, con el síndrome de intestino corto como la máxima expresión. Además, la cirugía por laparotomía puede causar deformidades estéticas (sin contar las ostomías) y formación de adherencias que afectan aún más la calidad de vida de los pacientes con enfermedad de Crohn.

La cirugía laparoscópica puede ser una buena alternativa en un buen número de pacientes. A continuación presento una revisión sobre el uso de este abordaje.

Culpa

Me han culpado de todo.
De la vida y de la muerte.
De la risa y del llanto.
Del placer y del dolor.

Nunca quise hacer daño.

Me han culpado de que haya luna en el cielo de la noche.
De tener sueños.
De querer volar.

Y aún así lo sigo intentando.
No me pregunto el porqué.
¿Puedo seguir soportando el peso en mis hombros?

Es sólo un intento.
Quiero entender.
Comprender.
Por poco tiempo ya.

¿Demasiado pronto?
¿Demasiado rápido?
¿Quise demasiado?

Me juzgarán.
Y me preguntaré si merece la pena seguir intentándolo.

Me culparán por todo.
Por la vida y la muerte.
Por haber reído y llorado.
Por haber sentido placer y dolor.

Seguiré sintiendo el peso de la culpa de los demás.
Pero degustaré la pasión de la aventura.
Pagaré el precio.
Tengo la señal preparada.

El hombre que se casó consigo mismo

Quizás mamá nunca le quiso demasiado. Quizás sus gustos eran elitistas. Quizás se sentía solo.

Lo cierto es que la persona a la que más admiraba era a él mismo.

No quería darle importancia al asunto. Incluso forzaba su discurso para no parecerlo. Pero resultaba inevitable.

Un pequeño gesto o un par de palabras inadecuadamente entonadas le delataban.

Intentaba ser caritativo a base de decirle a los demás lo equivocados que estaban al no ser como él.

En lo espiritual y en lo material, se sentía habilitado intelectual y éticamente para demostrar al mundo que él, y sólo él, podía mostrar el camino a una horda de almas perdidas en este mundo de información deslocalizada.

Su voz y su figura le acompañaban. Con una cándida languidez mostraba su desdén por un mundo que no le contuviera a él dentro. O que no cupiera en él.

Por eso daba igual lo que pensaran los otros. El era el hombre que se iba a casar consigo mismo.

Mobile World Congress 2015 – Health

He pasado un par de días en Barcelona para asistir al Mobile World Congress 2015. Mi interés primordial eran las sesiones de salud.

En mi primera reunión con los promotores de un fondo de inversión USA para compra de empresas de mHealth, dos expertos profesionales de la industria tecnológica me sorprendieron con su visión de transformar la asistencia sanitaria de manera global a través de la instrumentalización de la tecnología móvil. Continua creciendo la idea de que las industrias tecnológicas dejarán de vender aparatos o dispositivos para pasar a vender servicios.

En cuanto a las aplicaciones de salud en el MWC, podría resumir mi impresión general en: mucha empresa tecnológica abducida por los «wearables«, pero poco trabajo sobre modelos de aplicación, contenidos y pruebas de concepto sobre el valor ofrecido a los pacientes. Con la excepción de un amigo, el Dr. Llordachs que continua ampliando su éxito con Doctoralia.

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Para el resto de las aplicaciones en salud, la tecnología no para. Avanza a un ritmo insostenible para la sanidad. La ley de Moore ha acabado haciendo mucho daño. Y eso queda patente en el MWC2015Health. Además, de innovación no hay tanto.

Hay juventud, sin duda. Pero diversidad y colaboración no se encuentran fácilmente.

Por otro lado, la línea de pensamiento que predomina tiene más bien poco de connected health. Es todo IoT, the internet of things. Aunque soy un total ignorante, me temo que la lógica sigue este simple algoritmo:

Se pueden poner sensores en las cosas + los sensores miden datos y constantes vitales de los individuos + los datos se pueden transmitir y acumular + hay herramientas para analizarlos + se pueden encontrar patrones + se pueden presentar a individuos y profesionales sanitarios de manera «cool» = mejora en la atención a los pacientes crónicos .

One app to rule the world
One app to find them
One app to bring them all
And in the darkness… Big Data!

Hay mucho más sobre lo que discutir, pero mi resumen es que queda mucho trabajo por hacer. Y no es en el campo tecnológico, sino en el de los modelos asistenciales y la esfera social.

PD: Lo mejor, el tiempo de risas con los amigos Llordachs y M&M (Moro y Segura). Y una charla desde la Fira al Sant Pau con Ivan Belmonte

Dolor

Iban vestidos de seda y cuero.

Negro.

O desnudos.

Desafiantes.

Listos para atacar.

Paseaban como depredadores.

Lentos.

Vigilando.

Sin casi luz.

Las pupilas dilatadas.

Buscando presas.

Y se escuchaban los gemidos de las víctimas.

Dolor.

Y placer.

Ellas eran ellos.

O ellos eran ellas.

Una pasión extraña.

Donde acababan los unos empezaban los otros.

Carne.

Y fluidos.

Y más carne.

El silencio de los corderos.

Y el sigilo de los lobos.

Un ritual extraño.

Cuerpos en la oscuridad.

Dolor, ¿me lo devolverás?

Ciplotorio

Sicilio Silicio era tonto. De los cojones.

Y agente de inteligencia. Pero exactamente en ese orden. No en otro.

Se especula si esa combinación le llevó al Ministerio. Lucha antiterrorista. Servicios especiales.

El se creía especial. Sofisticado e inteligentíssssimo. Aunque lo más parecido a un silicon valley que había visto era al canalillo entre las tetas siliconadas de sus amigas. Del burdel. Porque era su destino preferido. Allí podía desahogarse y buscar información de los bajos fondos.

El desahogo era verbal. Pagaba por que le escucharan. Todos sus relatos era falsos. Pero eran su vida. Ellas le miraban, como idas, y él se vanagloriaba de ser ciplotorio. Como todos los agente secretos. Y las chicas parpadeaban levemente. No entendían nada. El tampoco.

En realidad era ciclotímico. Y lo largaba todo, poniendo en peligro cualquier acción.

O se encerraba en si mismo. Con su espiral de información y análisis. En una depresión borrascosa.

Deambulaba por lugares en los que no brilla el sol, con un abrigo de visón blanco. Los lomos peludos brillaban en la oscuridad. Y junto a su generoso volumen y perímetro, le convertían en un objetivo perfecto a la salida de cualquier restaurante, donde solía cenar con su lugarteniente, sus colegas, sus soplones y sus chicas.

Claro que como agente sólo acumuló fracasos. Sin fin. Sin límite. También tiros. Una docena en su cuerpo. Pero sólo lloró el día que le echaron.

El cese fue fulminante. Y eso que sus compañeros y superiores no eran 007. Ni el ministro M. Pero le encargaron ir al norte a neutralizar a la Tigresa. Y casi le destroza el circo al difunto Angel Cristo.

Le pegó fuego a las jaulas de los felinos.

Intentó recuperarse para la investigación privada. ¿Su trabajo? Maridos desolados, mujeres sospechosas. Y desapariciones, y estafas, y personajes públicos sodomizados en orgiasticas ceremonias.

Y con putas. Muchas putas. Porque era ciplotorio.

Experto en personas

Hay gente que se ve muy capaz de relacionarse.

Miran sus estadísticas, sus miles de seguidores y lectores en las redes sociales, sus RTs, sus interacciones, sus favoritos, sus «jajaja» y llegan a la conclusión de que son «expertos en personas».

Llaman a los demás por sus nombres. Son untuosos. Y se cuelan por las grietas de las personalidades de los demás, para intentar formar parte de ellos.

Y toman copas, por las noches, y se aproximan a tu oído. Derecho o izquierdo. Y te cuentan lo importante que eres para ellos…

Autopromoción

Estamos en la era de la autopromoción. Las historias personales parecen lo más importante y constituyen el centro de todo el Mundo. Bueno, del nuestro, porque como no conocemos muchos más nos parece el único que existe. Con tanta calidad de vida y tanta comunicación, muchos han llegado a creer que tienen vidas excitantes, llenas de vivencias y conocimiento.

¿No están hartos de tanto oir eso de “soy especial?” Pero no se conforman con creerselo ellos, sino que nos intentan convencer a los demás de que son los únicos que tienen experiencias únicas, diferentes, “especiales”. Las leyendas urbanas se convierten en experiencias personales y siempre aparece un amigo, un conocido o un compañero que nos las cuenta en primera del singular.

¿Quieren historias de primera mano? Pues ayer estuve de guardia, así que aquí van algunas.

A las 21:30 traen a un chino, 31 años, cosido a navajazos. Tiene un par de heridas en el abdomen y por una se exterioriza el epiplón. En el TC toraco-abdominal, nada. El resto eran heridas de defensa en el antebrazo y brazo, y en el muslo izquierdos. Le metemos al quirófano, le reparamos las heridas y listo.

Una mujer de 28 años aparece en la Urgencia a las 23:00. Una residente, amiga de la mujer, me pregunta ¿Sabes coser una nariz? “Pues va a ser que sí”…

Resulta que practicando Kenjutsu se le ha metido la punta de la espada, con muy mala suerte, en la nariz. ¿Resultado? Sección del cartílago del ala nasal izquierda y herida incisa en la punta de la nariz. Ethilon 6-0.

A las 6:00 de la mañana, una chica de 22 años viene con una amiga. Dice que se ha caído y que ha perdido el conocimiento. ¿Se les ocurre alguna explicación? Tiene una herida en el mentón. “¿Me va a quedar cicatriz?” – Sí, hija mía, sí, pero no por mi sutura, sino por haberte caído y haberte hecho una herida en el mentón yendo cargada hasta las trancas de drogas – (pienso yo para mí, en silencio).

A las 6:15 un joven de 28 años que dice que ha venido de visita y se ha quedado a dormir a casa de un amigo (trabaja en el Reino Unido). Ha sonado un despertador, se ha levantado desorientado en la buhardilla de la casa de su amigo y se ha golpeado la ceja izquierda contra una viga – si la historia es cierta, mejor que no la hubiera contado así y que se hubiera invitado otra más interesante -. Unas cuantas grapas valen.

A las 6:30 un chico de 21 años. Vigoréxico. No se acuerda de nada. Estaba en Moncloa y cree que le deben haber pegado, porque tiene el labio partido, pero no se acuerda de nada. Parte al juez. “No tomo alcohol, no me gusta”. Pues vale. Con un par de puntos de Vicryl, todo solucionado.

A las 6:35 una chica de 28 años. Dice que unos skinheads le han pegado a la salida del metro de Islas Filipinas. Parte al juez. Tiene una pequeña herida en el labio superior que no precisa de sutura.

Si a eso le añadimos que ayer por la mañana estuve en el quirófano con lo ginecólogos para tratar por laparoscopia a una mujer joven con una endometriosis del tabique recto-vaginal y que luego me bajé a nuestro quirófano para realizar una esofagogastrectomía en un paciente de 45 años con un adenocarcinoma de la unión gastroesofágica, pues voy bien servido de experiencias por un día.

Porque lo de viajar por el mundo, codearse con gobernantes poderosos o delincuentes de las alcantarillas del Estado, cenar con estrellas de las revistas y participar en espectáculos o fiestas extravagantes, aunque morboso, es siempre mucho menos fascinante que las historias de la gente que un cirujano trata diariamente en un hospital.

(Disclaimer: cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia).

Lágrimas

Gozan dejando caer sus lágrimas, como gotas en la lluvia, sin poder distinguir las reales de las falsas.

Cuando sus amigos sufren, las plañideras se reúnen alrededor de la hoguera. Porque son profesionales.

Y con indignada aflicción exprimen sus lagrimales para ser quien más llora.

Los seres humanos podemos sentir un dolor sintético. Y orgasmos fingidos. E indignarnos artificialmente. Y llorar lágrimas de agua y sal. Como mares. Como océanos.

Pero si realmente lo sintieran, no seguirían derramando sus lágrimas en el charco.