Adivinar el pasado

Llegan las fechas de los balances. Empiezan a llenarse las páginas de los diarios de valoraciones más o menos sesudas sobre 2014. Lo que se ha hecho y lo que no. Se adivina el pasado y se interpretan sus motivaciones teleológicamente. Sin filtro.

Imbuido por este espíritu, voy a intentar quedarme con algunas de las cosas más importantes que he vivido en este año.

Para empezar, la jornada de transformación sanitaria. Innovar en el modelo, innovar en tecnología e incorporar la innovación social siguen siendo ocupaciones principales de la Unidad de Innovación del IdISSC.

Hemos trabajado y contribuido a desarrolladar soluciones para problemas de gran impacto sociosanitario, como la salud mental.

Además, hemos avanzado en el área del «big data» e inteligencia artificial, colaborando empresas nacionales y multinacionales.

Aprendimos de los mejores, de nuestros aliados en el MIT, sobre el papel de las OTRIS universitarias

Escuchamos como un joven neurólogo se introdujo en el mundo de la innovación tecnológica con Madrid-MIT MVision

Y también como la manera en que tecleamos puede predecir el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas

Pero lo fundamental para todos debe seguir siendo escuchar y atender lo que nos dicen los pacientes

El smartphone en la cena de Nochebuena

Esta noche, cuando os dispongáis a cenar, ¿dónde vais a poner el teléfono, a la derecha o a la izquierda?

El smartphone es un artilugio que ha cambiado nuestras vidas. Más aún en estas fiestas. No hay cuñado que no se resista a contestar los mensajes que le envían por whatsapp.

Y siempre puedes dedicarte a mirar Twitter mientras cenas

Hiperconectado en Navidad

No es hasta que llegan estas fechas de alegría real y fingida, como los orgasmos, cuando te das cuenta de lo conectado que estás. Mucho. Muy conectado. Hiperconectado.

Lo empiezas a sentir cuando te llega el primer mensaje. Uyuyuy… Esto se va a disparar. Sin control. Sin filtro.

Por Facebook. Por Twitter. Por LinkedIn. Por correo electrónico y por WhatsApp. Por Line e incluso por SMS. ¡Qué locura!, por SMS también. Y sientes el vértigo de no poder contestar. No puedes atender tanta auto-demanda. Porque eres tú quien quiere responder, pero no tienes dedos y dispositivos suficientes para, cual Nacho Cano del teclado, contestar a tantos contactos que te desean Feliz Navidad.

Un improbable cuento de Navidad

SANTA CLAUS EN URGENCIAS (Versión 2014)

“Tienes dos punkies y un viejo borracho para suturar” – me soltó sin pausa y sin emoción, por teléfono, una enfermera de Trauma.

A las cinco de la mañana, cuando tienes que levantarte para bajar al “quirofanito” de Urgencias a coser a unos borrachos que no son capaces de mantenerse en pie y que te suelen decir “Tio, ¡qué no me quede marca, que si no te enteras!”, se te retuercen hasta los centros, que cantaba la Piquer. O una versión de la Jurado. Más aun si es el día de Navidad, en el que todos los pasillos están oscuros y las habitaciones vacías.

Al llegar a Urgencias, un joven auxiliar me indicó que dentro de la sala de curas, tumbado en una camilla, había un viejo borracho que sólo relataba historias inconexas, cosas incoherentes. Como tenía más enfermos pidiendo a gritos una cuña en el pasillo, el auxiliar me preguntó discretamente si me las podía apañar solo. “Sin duda” – le respondí. No iba a ser yo quien se interpusiera entre un sanitario y la calidad. Aún menos en fechas en las que no hay personal suficiente. Si los pacientes llegaran a quejarse de que no se habían preocupado por ellos con la “suficiente proximidad”, se montaría una comisión para ver cómo trabajar más y mejor y se ordenaría la cumplimentación de un cuestionario de evaluación de la calidad de su puesto de trabajo. Eso sí, en horario laboral.

“Soy el Dr. Klint” – le dije al entrañable e indefenso viejecillo, que extendió su mano para estrechar la mía. Este acto tan poco común entre médicos y pacientes en Urgencias, el de presentarse, incluso a las cinco de la madrugada, nos había sido recordado recientemente en un curso de formación continuada sobre manejo de situaciones clínicas conflictivas impartido por un bioquímico reciclado a consultor. Casi como el Príncipe Charles.

En la hoja de filiación se leía: “Encontrado sobre la acera junto al ala de Pediatría. Dice ser Santa. Obeso. Consciente, desorientado temporal y espacialmente. Signos de embriaguez leve (inyección conjuntival, nariz eritematosa, chapetas malares). Herida inciso-contusa en región frontal izquierda. Abdomen blando, globuloso, no doloroso a la palpación. Resto sin alteraciones”.

– ¡Con que es usted Santa! – exclamé inquisitivamente, al darme cuenta de que de la camilla colgaba una bolsa de plástico llena de ropa roja y blanca.

– Sí, lo soy. Pero no me ha pasado nada importante, es que me he caído del trineo al intentar entrar por una ventana. El viejo Rudolph andaba despistado. Cosas de la edad. Ya sabe.

– ¿Seguro que no me está tomando el pelo? ¿Qué es lo que ha bebido?- le repliqué mientras me hacía con unas gasas y povidona yodada para desinfectarle la piel. Y continué: – Si fuera usted Santa no estaría solo aquí en Urgencias. Para los VIP hay otro protocolo de acogida.

– ¿Te acuerdas de aquel caballo blanco con ruedas que apareció en el salón de tu casa cuando tenías 5 años? Me espiabas desde detrás de la puerta – contraatacó. – Esta vez te concederé tantos deseos para todos los que pasan por aquí como puntos de sutura me des en la frente.

Cerré la boca y no le dije nada más. Continué con la desinfección, preparé el campo quirúrgico y después de inyectar un generoso volumen de lidocaina al 2% en cada labio de la herida, la desbridé y suturé con un monofilamento no reabsorbible de 3-0.

Al verle desaparecer por los pasillos de Urgencias, en la camilla empujada por un celador, le grité: “Deseo más tiempo para estar con los pacientes, menos burocracia, mayor profesionalidad, más seguridad y, sobre todo, que desaparezcan los mezquinos del sistema”.

Seguro que no me oía, pero aun así terminé diciendo: “Adiós, Santa”.

– Doctor, ¿No somos un poco mayorcitos como para creer en Santa Claus? -me dijo el auxiliar mientras levantaba la ceja derecha en un gesto que denotaba sus sospechas sobre mi estado de salud mental.

– En absoluto. Si no hubiera gente ingenua, este sistema no se mantendría en pie

Innovación, sanidad y datos

Los profesionales sanitarios son, a la vez, innovadores y conservadores. Sin embargo, parece que el sistema no evoluciona con la velocidad que la sociedad le requiere.

Pero en tiempos de crisis, necesitamos más que nunca la innovación

Inteligencia Artificial

Visto lo visto, con la inteligencia natural no nos es suficiente. Y no creo que sea por el porcentaje de capacidad cerebral que utilizamos.

La verdad es que el nacimiento de la inteligencia artificial es cosa del siglo pasado. El XX. Descubrir que podemos digitalizar la realidad, es decir, convertirla en ceros y unos que podemos contar, nos está llevando a otro paso evolutivo. Gödel, Turing…

Cierto es. No es nada que no hubiera predicho Isaac Asimov

Vale. Los ordenadores son máquinas. De momento. No son creativos. De momento. No dan cariño, ni comprenden. De momento. Pero tampoco pelean, ni matan. De momento.

Los ordenadores son capaces de procesar más rápido, más cantidad. Y eso, con las preguntas adecuadas, puede llevarnos a entender la naturaleza como no podíamos anteriormente.

Porque puede que los seres humanos sólo seamos otra «máquina» en el proceso de la auto-comprensión y transmisión de la información

Sin embargo, este proceso será doloroso. Aunque se nos esté metiendo en la cabeza de manera más o menos inadvertida, el proceso será doloroso.

Porque estamos construidos para ser únicos, para defender la individualidad. No toleramos otra noción. Era obligatoria para sobrevivir…

Productividad, salarios y sanidad: una enfermedad crónica

Dicen que los salarios suben en paralelo con la productividad. Para ejemplo, el siguiente gráfico sobre la evolución en USA.

productividad

Peor eso en sanidad no ocurre. Me refiero al incremento de la productividad. Ni siquiera en USA. En realidad, McKinsey nos cuenta en el periodo 2000-2008 no se produjo incremento alguno de la productividad sanitaria en USA. Sin embargo, los salarios subieron para mantenerse dentro del mercado.

Seguimos escuchando propuestas para mantener el sistema. Seguimos metidos en el «paradigma» de la cronicidad. También para el sistema sanitario.

Cost disease

Quiero ser cirujano

«¡Yo sólo quiero ser cirujano! Me he visto todos los capítulos de Anatomía de Grey»

El otro día, mientras evaluábamos a los candidatos a internos del Servicio de Cirugía del Hospital Clínico, una alumna nos dijo eso.

Entonces me surgió una pregunta ¿Qué es ser cirujano?. ¿Qué hace que alguien quiera ser «cirujano»? ¿Es una especie de alteración de la personalidad que conduce al deseo de ayudar a los demás cortándoles en trocitos?

Otros dos estudiantes nos dijeron que se veían como cirujanos porque a ellos les gustaba hacer cosas con las manos.

¿Son las manos? ¿Es el cerebro? ¿Es la pasión por la adrenalina?. ¿Es todo eso? ¿o nada de lo anterior?

Los líderes del nuevo orden

Dice Clayton Christensen, profesor de la Facultad de Económicas de Harvard, que el reto al que se enfrenta la sanidad, hacer que la atención sea accesible y asequible para todos, no es exclusivo de este área. Y todo el mundo busca la “disrupción”.

Según Christensen, hay tres ejes sobre los que actuar: 1. Tecnología simplificadora 2. Innovación en el modelo de negocio 3. Red de valor disruptiva.

Y en cuanto a la gestión del cambio…

«Generally, the leading practitioners of the old order become the victims of disruption, not the initiators of it. But properly educated, the leaders of the existing systems can take the lead in disrupting themselves—because while leaders instinctively view disruption as a threat, it always proves to be an extraordinary growth opportunity. Hence, IBM played a huge role in creating the personal computer industry; the department store Dayton-Hudson launched Target; and Hewlett-Packard created and grew to dominate the disruptive ink-jet printer business. When they follow the rules we’ve described in our research, the leaders in the old indeed can become the leaders of the new.»

Si quieren saber más, les recomiendo que lean este extracto del libro del propio Christensen, Jerome Grossman y Jason Hwang.

Y si quieren aprender más sobre innovación y liderazgo, les recomiendo la iniciativa del MIT a cuya cabeza esta Fiona Murray.