Es famosa esta escena de la película «Una mente maravillosa», en la que se cuestiona la tesis de Adam Smith.
John Nash, el premio nobel, formuló su: «para conseguir el mejor resultado cada miembro del grupo debe hacer lo mejor para él mismo y para el grupo»
Ese es un problema para la innovación competitiva dentro de un sistema regulado, cuando se intentan solucionar problemas que afectan a todos.
Los modelos de gestión de la I+D+i, especialmente en el ámbito tecnológico, exigen competición entre grupos: secreto, patentes, desarrollo, financiación, comercialización…
Aunque la innovación es importante para la supervivencia de los sistemas, a la vez trae sus problemas, tal como describió Nicholas Negroponte:
«La innovación es ineficiente. Con frecuencia, es indisciplinada, siempre lleva la contraria y es iconoclasta; se realimenta con la confusión y la contradicción.
En pocas palabras, ser innovador es todo lo contrario de lo que la mayoría de los padres quieren para sus hijos, los consejeros delegados para sus compañías y los jefes de estado para sus países.
Los innovadores son insoportables.
Y, sin embargo, sin innovación estamos condenados – por aburrimiento y por monotonía – a la decadencia«.