“Para ti yo soy, para ti yo soy solamente una bambola” decia mientras se miraba en el espejo sin saber qué hacer.
Estaba desnuda, con la mitad de la cabeza rapada y con la otra cubierta por una melena rizada.
“No muchacho no, no muchacho no, yo no soy una bambola”.
El pecho distrofico por la ingesta crónica de estrogenos aparecía cubierto por un abundante vello grisáceo. La máscara de pestañas tiznaba las lagrimas que le descendían por los pómulos.
“No te acuerdas cuando lloro, cuando estoy muy triste y sola. Tu, solo piensas en ti…” volvió a gritar desgarradamente a la imagen reflejada en el espejo. El hombre que veía en el cristal había intentado escapar de su cuerpo y su destino, eligiendo otra opción.
Pero la naturaleza es grotesca. Y sin piedad. Había sido una torsión excesiva para el orden. Ni siquiera así había conseguido el amor.
“No muchacho no, tu no conseguirás que yo sea una más de quien te puedas burlar”.
Quería ser feliz. Solo hubiera necesitado el amor. Pero la naturaleza se burló deformemente de él. Y él había intentado devolverle la jugada.
Fracasó.