Sí, soy limpiador. ¡A mucha honra!
Llevo años limpiando las cloacas del Estado y las he dejado relucientes.
Hubo un ex-ministro que dijo que todo estado necesita sus cloacas. «Y sus limpiadores», añadí yo en voz baja.
Somos gente que recoge la basura y la recicla para que no se note.
Si había testigos, yo los arrojaba en el cubo correcto. Los papeles los convertia en pasta. Y el dinero pasaba a ser ladrillo en Coral Gables. Incluso al sexo le sacaba buenos frutos.
Lo malo de ser un limpiador de cloacas del estado es que de vez en cuando a los jefes les da por ser íntegros y tiran todos de la cadena a la vez.
Y la corriente te arrastra y borra las huellas de tus servicios.
Así que ahora estoy aquí, en el lodo y sin rumbo.
Pero si tu me dices ven, lo dejo todo.