Sombras y luz. Oscuridad y brillo.

Si es difícil, es que lo estás haciendo mal
Andar en chándal por El Retiro. Despreocupadamente. Como si nada fuera a cambiar. Como si el instante fuera a durar para siempre. Sin conocerles. Sin conocerme. No saben que les han capturado digitalmente en el momento sin retorno en el que atravesaban la puerta de salida del Palacio de Cristal. Se amarán. Se odiarán. Seguirán juntos para siempre. O no. Pero la captura de este momento perdurará en el tiempo sin que ellos lo sepan jamás.
“Differences of habit and language are nothing at all if our aims are identical and our hearts are open.” – Albus Dumbledore aka @jk_rowling
Colgué el teléfono. No sabía si reír. O no. Yo. O fingir que no había escuchando y seguir con mis cosas.
Gustavo no olvida. Nunca. Y me había llamado para vernos. Quería recorrer los mismos sitios que solíamos frecuentar noche tras noche antes de que se marchara a Roma. Una excusa. Tonta y mala. Como siempre. Ambos sabíamos lo que la mentira esconde. Esa necesidad casi obsesiva de acaparar la atención que le es propia. Cuando él quiere, de quien él quiere, como él quiera. Nada más importa.
Por un instante, todo se detiene. La imagen del ciclista queda congelada en el momento, para siempre. Y su reflejo también. Cuando lo mires, sabrás que ya no existe. Que ya pasó. Lo que queda es el recuerdo de un instante que nadie más que el fotógrafo tuvo la intención de ver.
Todos estos momentos, incontables, desaparecen continuamente. Nunca volverán.
No sé si estamos en una montaña rusa o en una ruleta rusa. «Celebrar o morir» parece ser el lema de muchos, tal como muy bien ha descrito Rafael Bengoa.
No sé si es que estamos anestesiados. O simplemente somos narcisistas malignos, con mucha empatía cognitiva pero poca afectiva.
A juzgar por todo lo que se ve, lee y escucha en los medios, todos alcanzamos a comprender muy bien lo mal que actúan los demás. Lo que no tenemos tan claro es cómo actuar cada uno de nosotros. Porque si lo supieramos, ¿estaríamos tal como estamos?
El dolor que expresamos debe ser, en gran medida, fingido. Si no, sería insoportable.
Un año es algo inventado, una forma artificial de agrupar nuestra memoria para podernos contar historias según envejecemos, para recordar el pasado, para hacer fiestas que celebren el avance de nuestras vidas en un tiempo cuya dimensión, habitualmente, a la mayoría se nos escapa.
Por todo eso, y muchas otras cosas, llamamos a la ordenación consecutiva de 365 salidas y puestas de sol un año; por ejemplo 2020.
Los que han acumulado años, como memoria y recuerdos, recordarán una canción interpretada por Johnny Logan en el festival de Eurovisión de 1980 celebrado en La Haya: What’s another year?
Pues eso me pregunto. ¿Qué es un año más?
Estamos dejando 2020, uno de las más desastrosas colecciones de 365 días en muchas décadas. Hemos perdido amigos, familia, conocidos, trabajos, oportunidades. Aún así, la mayoría seguimos sobreviviendo.
Para afrontar el próximo, 2021, hay dos opciones: o cambiamos nuestras expectativas o cambiamos nuestra realidad.
Mientras tanto, a seguir sobreviviendo.
Vivimos en tiempos de incertidumbre, miedo e incredulidad. Podría ser atrevido y describir detalladamente en qué momento estamos, después de meses de pandemia.
Pero sería estúpido ni siquiera intentarlo cuando Charles Dickens, en «Tale of Two Cities», se esmeró en crear el mejor inicio de un texto que se haya escrito nunca. Y en ese primer párrafo ya describió estos tiempos, tiempos eternos que siguen a la especie humana como su sombra, sin despegarse.
It was the best of times, it was the worst of times, it was the age of wisdom, it was the age of foolishness, it was the epoch of belief, it was the epoch of incredulity, it was the season of Light, it was the season of Darkness, it was the spring of hope, it was the winter of despair, we had everything before us, we had nothing before us, we were all going direct to Heaven, we were all going direct the other way – in short, the period was so far like the present period, that some of its noisiest authorities insisted on its being received, for good or for evil, in the superlative degree of comparison only.
Miles de decisiones con millones de significados escondidos tras palabras. Millones de palabras usadas en conversaciones, entrevistas, charlas, «webinars», en inglés o castellano, que empiezan a no significar nada. Para mí ni para nadie.
Toda experiencia es única. Esta también. Y no se olvidará hasta el fin de nuestros días.